Juegos Olímpicos

Londres

Una ciudad en estado de sitio

G4S, la empresa encargada de la seguridad, ha reconocido sus problemas para proteger Londres, que vive en un riesgo «sustancial» de atentado terrorista. Es el tercer grado en una lista de cinco 

Una ciudad en estado de sitio
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Podría haber pasado a la historia por ser la primera ciudad que actúa como sede olímpica en tres ocasiones. O por presentar los Juegos más ecológicos jamás vistos.

Pero no es el caso. Si no cambian mucho las cosas, Londres podría ser recordada como aquella metrópoli que, siendo considerada la capital financiera de Europa, vio cómo su sistema de seguridad se colapsaba a tan sólo una semana de la ceremonia inaugural. Más de uno recuerda ahora las dudas que planteó Alberto de Mónaco sobre la seguridad de Madrid en 2005, después de que la delegación española hiciese una exposición brillante al presentar su candidatura.

Ni en las peores pesadillas de David Cameron habría podido pasar algo parecido. Sinceramente, lo ocurrido es inaudito. Debido a un fallo informático en G4S, la empresa privada más importante del mundo en prestar este tipo de servicios, no se puede confirmar si el personal contratado aparecerá cada día en el lugar que le habían designado.

En definitiva, se trata de un episodio de incompetencia que no sólo ha humillado al responsable de G4S, Nick Buckles, sino que ha puesto en evidencia al Ejecutivo. La población británica, ya de por sí reacia a las privatizaciones, está escandalizada. Y no es para menos.

En Gran Bretaña, el riesgo de un atentado terrorista es «sustancial» –el tercero más grave en una lista de cinco grados–, lo que significa que un ataque es muy posible. En Irlanda del Norte, el nivel está en el segundo grado de los más severos, por lo que la amenaza terrorista es «altamente probable». Ante tal panorama, el Ejército ha tenido que dejar alguna de sus misiones para proporcionar hasta 3.500 efectivos más de los que estaban apalabrados para acudir al rescate.

Tal y como recalcó un portavoz del Ministerio del Interior a este periódico: «No hemos pedido más militares más allá de los 3.500 que se han anunciado. Estamos revisando constantemente el déficit de G4S y la fuerza de contingencia militar. Actualmente hay 11.000 efectivos militares asignados, junto con el personal de G4S y voluntarios acreditados.

El Gobierno ha destinado 553 millones de libras para la seguridad y estamos seguros de que vamos a tener unos Juegos Olímpicos seguros y protegidos dentro de ese presupuesto». Además de los 2.000 efectivos que se pidieron inicialmente a G4S en 2010 –cuando comenzaron los preparativos– el Comité Olímpico pidió luego 10.000 hombres y mujeres a la empresa, que se sumarán a los 12.500 agentes de Policía, a los 7.000 voluntarios y a los 12.050 «embajadores» que incluyen a aquellos que dan la bienvenida ya estos días a los deportistas y periodistas que poco a poco van llegando a la ciudad.

Buckles asegura ahora que lamenta haber firmado el contrato valorado en 284 millones de libras con el Gobierno. El empresario pensaba así aumentar la reputación de la compañía y llevarse unas ganancias valoradas en 10 millones de euros, pero ahora las pérdidas tras la catástrofe se valoran entre 30 y 50 millones de libras.

En la calle los nervios están a flor de piel. Sobre todo después de que el pasado 5 de julio, a dos semanas del inicio de las Olimpiadas, Scotland Yard detuviera a cinco hombres y una mujer por supuestas actividades terroristas relacionadas con grupos islámicos. La Policía calificó el operativo de «importante» y aunque aseguró que los arrestos no estaban relacionados con los Juegos, la mayoría de los detenidos vivía en el este de Londres, donde se encuentra el Parque Olímpico.

Tras el fiasco en la organización del dispositivo de seguridad privada, la compañía G4S ha renunciado a optar a otros contratos de grandes eventos deportivos como el Mundial de Fútbol de Brasil, en 2014, y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en 2016. La declaración de intenciones no sirvió para mejorar su imagen. Es más, ha quedado más dañada aún si cabe esta semana, cuando Buckles tuvo que comparecer ante una comisión parlamentaria para explicar lo sucedido.

Un país en ridículo
La escena era totalmente bochornosa. Los diputados le acusaron de haber dejado al país en ridículo, arrojando sobre él toda su ira por haber fracasado en una labor que los ciudadanos consideran que se tendría que haber hecho desde el principio con el servicio público.

En las islas, la fama que precedía a la empresa ya no era de por sí muy buena. En octubre, los presos de la cárcel de Birmingham, que está gestionada por G4S, tuvieron que permanecer un día entero en sus celdas porque se habían perdido las llaves. El año pasado, también fue un escándalo cuando Jimmy Mubenga, un angoleño que buscaba asilo y que se encontraba bajo su protección, murió mientras era deportado.

El hecho de que Buckles llegara hasta el Parlamento con un bronceado de anuncio no jugó tampoco a su favor. ¿Quién se puede ir de vacaciones en un momento así? Este Ejecutivo reveló que no supo de la crisis hasta el pasado 3 de julio, tan sólo tres días después de que su socio, Ian Horseman Sewell, presumiera por todos los rincones de que ellos no sólo estaban preparados para la cita de Londres 2012, sino que podrían cubrir al mismo tiempo hasta otros Juegos celebrados en Australia.

Durante la comparecencia en la comisión parlamentaria, se escucharon barbaridades que dejaron sin palabras al personal. Como, por ejemplo, que los agentes que habían sido entrenados para la ocasión no habían sido luego convocados, o que una mujer tuvo que estar 84 minutos al teléfono para saber si su hijo era requerido o no, algo que nadie pudo decirle porque «no sabían nada».

Buckles se comprometió a pagar las 500 libras por cabeza de bonificación para el personal extra que se ha tenido que llamar de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, los diputados no salieron de su asombro cuando el empresario no sólo dijo que no estaba dispuesto a dimitir sino que además iba a mantener los 57 millones de libras de «comisión de gestión» a pesar de la lamentable actuación.

En un intento por salvar la imagen del país, el Gobierno ha puesto 500 agentes más en aduanas y ha reclutado a 1.000 voluntarios –el «Equipo Heathrow»– para que el clima que se encuentren los recién llegados sea satisfactorio. Pero ni si quiera con esto ha conseguido marcarse un tanto.

Según publicó «The Observer», los agentes de aduanas están preocupados, ya que la «inexperiencia» de las nuevas incorporaciones podría llevar a que sospechosos de terrorismo fichados por el Ministerio del Interior pasen sin problemas al país. ¿Alguien da más?