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De Olimpiadas

La Razón
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El primer intento de Madrid para ser elegida sede olímpica fue en tiempos de Franco. Pedro Ybarra, barón de Güell, fue el encargado de mostrarle en El Pardo el proyecto olímpico. Oírle narrar la anécdota era una delicia, porque el barón de Güell dominaba la intención y el tiempo de la palabra. Aquella olimpiada en Madrid no se la creía ni el Comité Olímpico Español, ni el Alcalde de Madrid que era Arias Navarro, ni Franco, ni Manolita Chen. Tan es así, que pasó desapercibida para la calle. Perico Ybarra contaba que Franco le miraba con expresión de hastío mientras le mostraba los planos de las instalaciones, y que en el momento culminante, cuando desplegó el plano del estadio olímpico sobre la alfombra del despacho de Franco, éste ni lo miró, se incorporó de su sillón, le ofreció la mano y le dijo «gracias, Güell». La salida del despacho arrastrando planos fue apoteósica.

El segundo, pero primer proyecto en serio, fue Madrid-2012, que se lo llevó Londres por unos pocos votos. Se hicieron obras e inversiones que ahí están. Un equipo corto, inicialmente dirigido por Ignacio del Río, y con muchas posibilidades de éxito. Falló la experiencia. En décadas anteriores, los miembros del COI eran señores con una carga, y en los actuales, hay más aficionados al cargo, aunque queden enamorados del deporte y del movimiento olímpico. Los ingleses han sido siempre muy generosos con los favores recibidos, y se compraron voluntades. Para colmo llegó el cretino mimado de Mónaco y habló del terrorismo en España.
El proyecto Madrid-2016 no tenía opción. La norma continental, que no está escrita pero sí pactada, lo impedía. En aquel tiempo Al Qaeda asesinó a cincuenta personas en Londres, pero Madrid mantuvo el nivel de inversión en infraestructuras, y ahí están, esperando la buena nueva.

Leí días atrás la entrevista que le hizo en estas páginas Jesús Amilibia al Presidente del Comité Olímpico Español y de la Candidatura Madrid 2020 Alejandro Blanco. Decía el Presidente del COE que una Olimpiada no sólo no es un derroche, sino un gran negocio. Que Barcelona revivió y aún vive en el prestigio internacional gracias a la olimpiada de 1992. Y que en Madrid hay que invertir muy poco porque ya cuenta con las suficientes infraestructuras deportivas, de comunicaciones y hosteleras, como consecuencia de las anteriores y fallidas convocatorias. Sucede que estamos en tiempos de elecciones y cambios, y el proyecto parece arrinconado, cuando ha recibido la aprobación del Presidente del Gobierno y del Líder de la Oposición y muy probable sucesor del primero. El Alcalde Alberto Ruiz-Gallardón consultó con los dos y recibió sus apoyos, que no hace falta decir, se reforzarán con la involucración de la Corona.

Y ahora no podemos fallar. Madrid, que es una de las ciudades más pujantes y atractivas de Europa ha sido, hasta la fecha, la cenicienta de los proyectos propios y la impulsora de los ajenos. Madrid se volcó con Barcelona en el 92, y es de esperar la compensación de aquel entusiasmo.

El equipo se compondrá de experiencia, y toda España hará suya la ilusión de Madrid. Ya no vamos de pardillos. En el 2020 le corresponde a Europa la designación. Ahí están Estambul, y la exótica y nada europea Doha, con sus petrodólares islámicos.
Cuidado, querido Alejando Blanco, con los regalitos procedentes del Golfo a los miembros del COI. Y mucha suerte. Madrid y España te apoyan, «indignados» aparte.