El pontificado de Francisco

Una mujer única

La Razón
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Lo es la Virgen María, cuya Concepción Inmaculada celebramos hoy, porque no hay mujer comparable a ella en toda la historia. Inmaculada la quiso Dios, porque gracias a la aceptación de María de su voluntad, como ha dicho un intelectual cristiano de nuestro tiempo: «Nuestra religión es la única en la que el acceso a Dios es Dios mismo». En muchas ocasiones he repetido que nuestra religión no era una de las «religiones del Libro», sino una religión de una Persona, Jesucristo, porque es por nuestra fe en él y nuestro amor a él que somos Cristianos. Y me agrada que el Papa Benedicto XVI, en uno de sus últimos documentos, lo haya dicho explícitamente.
Los miembros del pueblo judío se habían sentido «acunados» por Dios en todo tiempo, pues Él les había conducido, ayudado y defendido, como pueblo escogido que era. Lo que nunca pensó miembro alguno de ese pueblo es que no sólo era un pueblo acunado por Dios, sino que una doncella de ese pueblo acunaría a Dios.
Desde hace muchos siglos, los creyentes han creído que, en el momento de su concepción, allí estaba ya la persona que sería María. Sucede otro tanto con la festividad de la Anunciación del Señor –25 de marzo–, nueve meses antes de Navidad, porque el pueblo sabía que ese día era el inicio de la vida humana del Verbo de Dios.
En estos momentos en que se discute cuál es el inicio de una vida humana, aparte de las contundentes razones de la ciencia, no va mal recordar por dónde iba el sentido del pueblo creyente.