Málaga
El gorrión confuso
Jamás creí que llegara el día en el que Zapatero me inspirase lástima. Y sentí lástima por él viendo las imágenes del mitin del PSOE celebrado en Málaga, al que Rubalcaba, en un arranque de generosidad sin límites, le permitió asistir y figurar como dirigente socialista. Aseguran los chismosos que le tenían preparado un asiento esquinado en la tercera fila, pero no lo creo. Ahí estaban casi todos. Rubalcaba, Griñán, Pachi López y la incombustible Trinidad Jiménez, la que ha dejado el Ministerio de Asuntos Exteriores y la imagen de España en la política internacional en hondas y oscuras profundidades. Cumplido el desastre, mantiene la sonrisa, y pide el voto a los malagueños, que son los que tienen en su mano que la incombustible resista una legislatura más protagonizando sonrientes memeces.
Zapatero estaba como los que se cuelan en los sitios sin invitación. Confuso y en alerta. Me recordó su desasosiego al de Carlos Jones, un guineano simpatiquísimo y pariente de un futbolista del Atlético de Madrid, al que colamos entre un grupo de amigos en una cena en la residencia del embajador de Italia, el Palacio de Amboage, sito en la calle de Velázquez. Intimamos con Jones en el bar Richmond, ubicado frente a la embajada, y con algunas copas de más lo convencimos para que nos acompañara. Pero el embajador y anfitrión, un italiano bajito, áspero y puntiagudo, el señor Cavaletti di Olivetto Sabino, no era comprensivo con los «penetras» acompañantes de los amigos de su hija Domitila, y expulsó al guineano de la recepción. Cavaletti no había invitado a ningún negro y no le fue difícil localizar a Jones. Con el expulsado, abandonamos la embajada todos los responsables del desaguisado, y hasta Domitila, la hija del gruñón, que estaba mucho mejor que el gruñón, se sumó al dignísimo éxodo, dejando a su padre en ridículo.
Pero hasta su localización, Jones miraba y se estrujaba las manos con nerviosismo, como Zapatero en Málaga. Tuvo la suerte de que Rubalcaba no es como Cavaletti de Olivetto Sabino, y dio por buena su asistencia, si bien cómodo, lo que se dice cómodo, tampoco estaba. Y se me antojó la escena bastante desagradable. Rubalcaba le debe mucho a Zapatero. Desde el principio de su desastrosa gestión gubernativa, Zapatero ha tenido a Rubalcaba a su lado. En la gobernación –los cursis dicen ahora «gobernanza»–, han sido corresponsables de todos los despropósitos, gamberradas, chorradas y desastres acumulados durante siete años. A Rubalcaba le concedió Zapatero el ascenso a la vicepresidencia, y es tan culpable como quien lo ascendió del despachurramiento nacional. En la campaña electoral, que a Dios gracias al fin se extingue, Zapatero no ha existido. Lo han tratado como si fuera un ovni. Puede serlo, pero todos han estado haciendo la pelota al ovni mientras éste los ha mantenido en sus carteras ministeriales. Y ahí es donde falla Rubalcaba con especial amargura. En la cortesía. No ha sido simpático ni cortés con quien tanto le ha dado, y el desajuste anímico entre uno y otro se advierte a distancia. Para colmo llega la Chacón y se postula como futura candidata a la Secretaría General del PSOE, y Rubalcaba sospecha que animada por Zapatero, que probablemente sí, pero a estas alturas o bajuras…
Sentí pena, lástima y desazón viendo a ese Zapatero nervioso y desencuadernado, gorrión en nido de jilguero, asustadillo.
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