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Irak como subnormalidad por Martín Prieto
Lo más conspicuo de las consignas sindicales es la alusión a la guerra de Irak con la representación del ex presidente Aznar como un asesino zopilote. Zapatero se empeñó en no asistir a aquel conflicto, pero mintió hasta el final. Una última resolución de las Naciones Unidas amparó la coalición internacional que intervino en los dominios de Saddam Hussein. Zapatero, electo, pidió al saliente Aznar que firmara la retirada de nuestras tropas, a lo que éste le objetó, todavía desde La Moncloa, que no firmaba nada y menos eso. Felipe González y Javier Solana llamaron horrorizados a ZP para que desistiera de su intento de desligarse todavía más del aliado estadounidense. Hizo oídos sordos y presumió: «Retiro las tropas y subo las becas». Pero en el imaginario colectivo aquella machada quedó inserta y aun se le reconoce como una genialidad.
Aunque sus propios compañeros de partido ya le advirtieron de que incluso quedarse sentado ante la desfilante bandera americana era una tontería infantil, muchos reconocen en aquello un símbolo de protesta. Nos fue mal durante los últimos siete años y las relaciones con Estados Unidos fueron siniestras pese a que somos doblemente aliados en la OTAN y por un convenio bilateral.
Zapatero acabó con un desayuno de oración con el presidente Obama, que solo le llamó una vez para echarle una bronca por la crisis financiera y entregando a Washington el mando en Rota de la Defensa Naval Europea Antimisiles. Entró en Guatemala y salió por Guatepeor. Eso sí, el lema «Aznar-asesino» ya sirve para cualquier cosa. Hay que intervenir por tierra en Cirenaica.
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