Berlín
El marxismo se queda sin pensadores
Fallece el historiador y comunista Eric Hobsbawm a los 95 años
«Pertenezco a una generación para la que la revolución de octubre representó esperanza para el mundo». Cuando Eric Hobsbawm publicó su autobiografía decidió titularla «Años interesantes». Parece que fue generoso y contó hasta el último detalle, pero seguramente muchos anhelan tener el último tomo, inexistente, porque hasta el final siguió aportando su conocimiento. El historiador británico falleció ayer en Londres a los 95 años. Fue uno de los intelectuales más influyentes de la segunda mitad del siglo XX y sus obras, que abarcan desde la Revolución Francesa hasta la caída de la URSS, están consideradas por los expertos como manuales de obligada lectura. No en vano, su trilogía formada por «La era de la revolución: Europa 1789-1848», «La era del capital: 1848 y 1875» y «La era del imperio: 1875-1914» ha sido traducida a más de 40 idiomas.
Hobsbawm procedía de una familia judía en Alejandría, Egipto, en 1917, y creció entre Viena y Berlín. A los 14 años se afilió al Partido Comunista, afiliación que trasladó a Gran Bretaña, cuando se fue a vivir a Londres el año en el que Hitler llegó al poder en Alemania. Fue miembro de la formación británica hasta poco antes de su desaparición en 1991 (si bien decía que la había abandonado cuando la invasión soviética de Hungría en 1956).
El historiador británico Felipe Fernández-Armesto recuerda las tardes que pasaron juntos en Athenaeum, el club que le encantaba frecuentar, «desafiando las calumnias de elitismo y de sumisión a la burguesía. Pasábamos allí mucho tiempo. También en su casa de campo cerca de Hay on Wye, donde nos reuníamos varios amigos en los festivales de literatura que se celebran allí. A pesar de su perfil de campeón del marxismo y sus críticas a veces letales a académicos y políticos que carecían de vocación, Eric era una persona amigable, sin prejuicios ideológicos, con quien siempre podías tener una conversación civilizada», dice a LA RAZÓN. Entre sus libros más destacados figuran «Historia del siglo XX. 1914-1991» y «Guerra y paz en el siglo XXI».
Un intelectual bastante polémico
A lo largo de su carrera, Hobsbawm generó polémica por sus ideas políticas, que a su juicio le impidieron progresar en el mundo académico. «Se le criticaba por su fidelidad al Partido Comunista, su opinión exagerada sobre la historia de las confrontaciones entre derecha e izquierda (sobre todo en el contexto de la Guerra Civil española, que veía como una manifestación local de un conflicto paneuropeo), y su tendencia para detectar revoluciones donde solamente había cambios», asegura Fernández- Armesto.
Envidiable lucidez; por B. AGUILERA-BARCHET
Catedrático de la UniversidadRey Juan Carlos de Madrid
Eric Hobsbawm nació, premonitoriamente, en 1917, el año en que triunfa la revolución soviética, en Alejandría en pleno protectorado inglés. Su padre fue un comerciante británico y su madre una escritora austriaca. Eran judíos, pero no practicantes. Como Marx. Abandonaron Egipto en 1919, cuando estalló la revolución nacionalista que conduciría a la independencia. Con dos años, se instala en Viena, desde donde marcharía a Berlín. Allí vivió el ascenso al poder de Hitler. Aunque el mismo año en el que el líder nazi alcanza la cancillería, se traslada a Londres, lo que le permitió estudiar en Cambridge. Ingresó en el Partido Comunista a los 14 años. Vio morir a su padre de hambre en la crisis de 1929 y poco después a su madre. Fue un comunista convencido hasta la sublevación húngara de 1956. A partir de entonces, como él mismo reconocería, pasó de ser un miembro leal al Partido a no hablar sobre cosas acerca de las cuales una persona razonable no debería callarse. Sin embargo, y aunque asumió el hundimiento del comunismo, nunca abandonó sus ideales. De hecho, su longevidad acabó convirtiéndolo en uno de los pocos intelectuales marxistas reconocidos y respetados. En su última obra, «Cómo cambiar el mundo» (2011), escrita a raíz de la crisis de 2008, defiende que la injusticia social siempre debe ser denunciada y combatida, ya que el mundo no mejorará por sí mismo. Ecléctico al final de su vida, consideraba inviables el capitalismo puro y sin Estado, que definía como un anarquismo burgués internacional, y el socialismo planificado, sin contaminar por la búsqueda del beneficio. Porque ambos están en quiebra. Para Hobsbawm, el futuro, como el presente, pertenece a las economías mixtas, en las que lo público y lo privado van de la mano. Aunque es consciente de que lo difícil es determinar cómo. Especialmente para la gente de izquierdas. Su análisis histórico esencialmente economicista en el marco del materialismo dialéctico no le impidió mantener una envidiable lucidez a pesar del hundimiento del comunismo real. Por eso en «Naciones y nacionalismo desde 1780» (1990) desmitifica el nacionalismo por ser un concepto obsoleto. No nos extrañe que, en su muerte, intelectuales de izquierdas y de derechas le consideren el más prestigioso de los historiadores británicos.
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