Arganda del Rey

Asedio a Pérez-Reverte

Cientos de seguidores esperaron varias horas para charlar con el escritor tras 13 años de ausencia de la Feria

Pérez Reverte firma un ejemplar a un policía nacional
Pérez Reverte firma un ejemplar a un policía nacionallarazon

Si en Arganda del Rey se desata la euforia por la canción, el Parque del Retiro fue testigo del espectáculo de masas en el mundo del libro. Eran las 11:25 de la mañana y Arturo Pérez-Reverte no había llegado a la jaima especial habilitada para que firmase ejemplares de su obra. Tampoco tendrá prisa al marcharse. Para entonces, centenares de lectores hacían cola por detrás de las casetas. Llega el escritor y los curiosos se arremolinan. Pide un agua, sumerje una gran aspirina efervescente y blanca en el vaso que ayude a fijar la sonrisa en la sofocante mañana. Hay que aguantar hasta las 14:30 y seguir derrochando amabilidad por la tarde.Llega con un retraso de 13 años desde la última vez que se sentó en una caseta de la Feria, hastiado de «la competición entre escritores». «Vengo porque hace falta ayudar a los libreros en un momento difícil, porque esta caseta no es de nadie, es de todos», dijo el autor de «El asedio» (Alfaguara), su última novela. Uno de los más felices de la jornada era Francisco, que se puso frente a la jaima a las 8:50 horas, con dos libros bajo el brazo. «Le he dicho que la próxima novela sea un poco más corta», decía entre risas. «Y que no se haga tanto de rogar para venir aquí». Pérez-Reverte firma de pie, con el libro a mano alzada. Algo más de un minuto por lector. Escribe: «Un abrazo. Espero que te guste».Más de tres horasMovimiento de cámara. A esa hora, varios cientos de metros más allá esperan Raquel y Diana, las últimas de la fila. «He oído que por aquí son tres horas de espera», dice alguien. Raquel aguantará de pie porque «empecé a leer gracias a sus libros. Antes no leía y quiero agradecérselo». 11:42: José Luis recoge sus libros firmados y le entrega una carta «con un personaje para una novela». Fotos con acompañantes, hijos y esposas. La cámara se atasca, traen un ventilador. «Vamos a pedirle que acelere», dicen en la organización de la editorial. En ese momento, un Policía Nacional desmonta de su caballo. Se quita el casco y pide permiso. Botas de montar y walkie-talkie. Ya es el primero de la larga fila y tiene su firma. «No, prefiero no contestar preguntas, que soy de Carabanchel y no quiero salir en ningún medio», dice a los periodistas. Y agradece al personal: «Menos mal que me han dejado pasar».11:55: La organización corta la fila. Quedan cientos de personas y más de dos horas de saludos, pero nadie más puede sumarse. Aparece el escritor Eduardo Mendoza. Saludos, abrazos. «¿En qué caseta estás?», pregunta Pérez-Reverte. «No sé... en Antonio Machado –contesta con fatiga–. Bueno, estamos para esto...». 12:00: Traen otro vaso de agua y un lector deja en la mesita 18 ejemplares. «¡Joder! ¿Qué me traes?», dice el escritor. «Pues en casa tengo más...», contesta. Y firma los 18.