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OPINIÓN: Tiempos difíciles
Simon Samuels, director del Centro Wiesenthal (una mítica organización de cazanazis) dice en una entrevista: «La tecnología se utiliza hoy al servicio del odio», algo en lo que sin duda tiene razón. Lo que no parece saber este luchador contra el antisemitismo es que siempre ha sido así. ¿Cuándo los estudios técnicos y muchos de sus avances no tuvieron su origen en investigaciones bélicas para guerrear mejor, aunque luego esos avances se reutilizaran en la vida civil? Acudamos una vez más al escepticismo e ironía distantes de Borges, en uno de sus relatos: A aquel hombre le tocó vivir tiempos difíciles. Como todos. Y ello no quiere decir que no haya que luchar contra fenómenos como el odio racista, contra la violencia innecesaria o gratuita y contra cualquier injusticia. Si llevados por un escepticismo lúcido sobre la naturaleza humana no hiciésemos nada ni levantásemos la voz nunca, entonces dejaríamos que la infamia se enseñorease del mundo sin límite alguno. El hombre es el único ser que puede poner límites morales a su propia crueldad y a la crueldad «natural» de otros bichos vivientes. Debe existir, al menos, un último testigo, un último justo, que diría la Biblia, que señale la barbarie allí donde se produzca. Pero ese impulso ético no pasará de ser un «buenismo» estéril si no se parte del conocimiento de algunas realidades, por decepcionantes que sean, por ejemplo, y frente a lo que cree el señor Samuels, que la tecnología siempre ha estado al servicio de la fuerza, y luego, en un círculo bondadoso, al servicio también de buenas causas, como la cura de enfermedades o los avances sociales. Recuerdo un debate en el que uno de los participantes dijo que la guerra era el origen de todo progreso. Se lo comían público y compañeros de mesa. Pero algo de razón profunda tenía. Me parece.
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