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Original y único sin pretenderlo por Fernando Savater

La Razón
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Agustín García-Calvo me enseñó mientras fui su alumno a pensar y a no conformarme. Era, además de alguien muy inteligente, una persona muy poco convencional para todas las cosas de la vida y resultaba imposible someterle a ninguna convención. Era original y único sin pretender serlo, y, aunque no era muy dado al humor, sino más bien al sarcasmo y la ironía, solía prestarse a participar en cualquier cosa que fuera original y nueva. Fue un hombre atípico, único e inconfundible, siempre alejado de modas y al margen de la vida cultural oficial. Fui alumno suyo hace más de cuarenta años, cuando le acababan de expulsar de la Universidad por participar en una manifestación contra el régimen de Franco. Así que abrió una academia en la calle Desengaño de Madrid, adonde íbamos algunos a estudiar fundamentalmente a los presocráticos, ámbito en el que era experto filósofo. Y también me acercó al pensamiento de esos autores, que habían escrito lo que yo necesitaba para vivir en ese momento. Y claro, sus clases eran antiacadémicas, no se constituían como una reunión de eruditos, sino como un debate abierto. Compartimos muchos seminarios y tertulias y llegamos a fantasear con el contenido de mi tesis doctoral. Soñábamos con que él se inventase un filósofo presocrático, con todo su aparato teórico, y yo realizase una tesis sobre él. Nunca llegamos a dar un paso, pero, desde luego, fue un buen tema de charla.