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«Rave» por Alfonso Ussía

La Razón
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Esa acción tan sencilla como es el correr, pasó a llamarse a principios de los años sesenta del pasado siglo «footing». Del «footing» se pasó al «jogging». El «jogging» se distingue del «footing» por un detalle fundamental. Los que hacían «footing» han fallecido en su mayoría, y los que practican «jogging» todavía se están muriendo. Ha cambiado la denominación, pero no los resultados del episodio vascular que se lleva a sus practicantes a la tumba con chandal carmesí. De joven me gustaba bucear. El buceo es una extravagancia humana. El hombre, de cuando en cuando, desea ser pez. Lo mismo que pájaro. No se contenta con su condición de animal de tierra, inteligente y torpe. Dejé de bucear por respeto a mi idioma. El buceo se convirtió en «diving», y aquello destrozó mis expectativas de encontrar una esponja en su mayor esplendor. Todo termina en «ing». La antigua tabla para aprovechar las olas es hoy una tabla de «surf», que facilita a su usuario a hacer «surfing». El bañista que advierte, siempre tarde, la llegada de un tipo que alcanza su cabeza entre las olas haciendo «surfing» ha dejado de ser un herido de emergencia, y se ha convertido en un «escoñing», o lo que es igual, en un bañista escoñado. El fornicio en un coche, es «parking», y si resulta agradable y tranquilo, «polving in the parking», lo que da a entender de la preparación internacional de nuestros jóvenes. Un gatillazo en un coche es un «car´s gatilling», y quien reincide en un «car´s gatilling» no tiene otra opción que el suicidio o soportar de por vida la fama de «pichaflojing».

Llevaba años oyendo del «rave», y para no parecer anticuado, asentía con falso conocimiento cuando de ello se hablaba. El «rave» –pronúnciese «reif»–, no es otra cosa que una gran aglomeración de jóvenes participando en una fiesta en el campo, por lo normal, en un prado. Viene de antiguo el dichoso «rave». De los inicios de la generación «beat», el LSD y el apoyo constante de Ken Kesey, el autor de «Alguien voló sobre el nido del cuco».

Se añadía a las ventajas y facilidades sexuales de la época la música electrónica y las luces estrobocópicas, que llevaban a las mentes liberadas a cimeros cirros sin retorno. En el fondo, un «rave» no es más que una fiesta de verano al aire libre, como las que organizaba Maria Antonieta en Versalles con antelación a su paso por la guillotina o Isabel II en las brañas y alcores del Pardo en pos de oficiales afanosos y nada «pichaflojings».

Y he aquí, que en Comillas, me he topado con un «rave». En concreto, el «rave», que ha reunido a más de mil jóvenes venidos de todas partes de España y de «Sotogranding», ha constituido un esperanzador fracaso. Durante el «rave» cayó sobre los prados del Tejo, en Valdáliga, municipio inmediato a Comillas según se acuesta el sol, más de 100 litros por metro cuadrado de lluvia agresiva. Los que buscaban el «polving» tuvieron que hacer «diving» para llegar al «parking», hazaña muy comprometida para los que se hallaban bajo los efectos de la «castañing» que llevaban puesta. Pulmonías a manta y algunas bragas suspendidas en las ramas de los robles, los nogales y los lauros. Dejó de llover a las siete de la mañana, y más de la mitad de los coches aparcados en los prados adyacentes permanece aún allí con el barro a la altura de sus portezuelas. He hablado con muchos participantes del «rave», y me han asegurado que donde esté una fiesta con menos gente, bajo el techo de una casa y con música envasada, que el «rave» se marche a freír «puñetings», que es la forma más elegante de decir «a tomar por culing». Estamos en verano y hay que ser positivos. ¿Sabían lo que es un «rave»? Pues esto, sencillamente. Y se organizan a centenares en cada estío. Es decir, en cada «veraning». ¡Hau, guay!