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«Cholo» el bálsamo de Fierabrás
Uno de los nuestros
Han vuelto a llamar a Simeone para tocarnos la fibra sensible, para que creamos que aún es posible que el Atleti tenga garra...
Lo reconozco: me han vuelto a tapar la boca. Como ya sucediera en 2003, esos dos tipos requetefinos que son Gil Marín y Cerezo me han vuelto a hacer la trece catorce y han llamado a Simeone en un nuevo intento por salvarse de la que estaba cayendo. El hastío empezaba a tener un poquito más de forma que otras veces y eso a pesar de que los portavoces oficiales y oficiosos insistan en que desde la grada se desestabiliza muchísimo cuando se protesta porque luego Miguel Ángel, que hace seis años que no va a los partidos del Calderón, no coge el sueño correctamente. De Cerezo no hay que preocuparse: duerme siempre de cine, incluso las noches en las que el equipo ha hecho el ridículo.
Así que han vuelto a llamar a Simeone para tocarnos la fibra sensible, para que creamos que aún es posible que el Atleti tenga garra y gente que respete la historia, que se la sepa, para que pensemos que ahora sí, que esta vez se lo toman en serio, que se apuesta por los nuestros, por recuperar aquel coraje del doblete en el que estaba Diego Pablo, cuando todo el mundo sabe que el presidente es incapaz de acordarse de la alineación de aquel verano del 96. Pero lo han hecho, sí, y he caído en la trampa de manera consciente. Nada saldrá de mi boca contra el equipo mientras Simeone esté sentado en ese banquillo. Su suerte será la nuestra y deseo de corazón que la tenga, aunque también sé que van a tratar de engañarle apelando a su cariño a los colores. Como lo llevan haciendo con nosotros desde hace más de veinte años.
María José Navarro
Conductor novel
Ganará de vez en cuando, perderá a menudo y terminará desesperándose con un club que lo que tiene podridos son los despachos.
Yo entiendo que mi vecina se quiera agarrar al carisma de Diego Simeone para olvidarse del resto de los responsables de su Atlético, que son como para cambiar de acera si te los cruzas por la calle. Al «Cholo» lo conocemos en Sevilla desde 1992, cuando era un prometedor centrocampista a punto de malograrse en el Pisa. Si hoy es una leyenda colchonera fue porque el genio Bilardo lo trajo a España. Dos años después, Del Nido se lo vendió a Gil (desde cuándo llevarán éstos haciendo negocietes…) y el resto está en la historia. Escrito sea este preámbulo para que comprendan el aprecio que se le tiene por aquí a Simeone, que nunca dejó de acordarse del Sevilla en momentos que producen amnesia, cuando él coleccionaba títulos mientras que su antiguo equipo agonizaba en Segunda. Sucede que las situaciones de emergencia deben ser resueltas por gente capaz, no por mitos vivientes. Rafa Nadal es el personaje público más admirado por los españoles, pero pondríamos el grito en el cielo si Rajoy lo nombrase ministro de Hacienda. Simeone es un entrenador novato, justo lo contrario de lo que necesita la trituradora de técnicos en la que se ha metido. Los medios títulos logrados en Argentina apenas equivalen a un rato dirigiendo en Segunda española y es imposible que, por ósmosis, le contagie a Gabi la garra que él tenía como jugador o que Perea mute de broma pesada en defensor infranqueable por la mera contemplación del antiguo crack. Ganará de vez en cuando, perderá a menudo y terminará desesperándose con un club que fumiga el banquillo cuando lo que tiene podridos son los despachos.
Lucas Haurie
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