Zaragoza
Rivera se salva de milagro
Sexta de la Feria del Pilar. Se lidiaron toros de Antonio Bañuelos, el 2º sobrero de El Torreón, bien presentados y desiguales de juego. Tres cuartos de entrada largos.- Rivera Ordóñez, de azul y oro, estocada defectuosa (silencio); pinchazo, estocada (saludos).- Jesús Millán, de grana y oro, pinchazo, estocada (saludos); nueve pinchazos, aviso, media, segundo aviso, descabello (saludos).- El Fandi, de azul y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada, descabello (silencio).
Once años dejaba atrás Jesús Millán. Torero de la tierra. En chiqueros le esperaba aún un corridón de Bañuelos, bajita pero con largos, infinitos y astifinos pitones. Antes de que empezara todo. En el día del Pilar. Fiesta Nacional. La Fiesta, la nuestra, quiso leer el manifiesto que deja clara la puñalada que hemos sufrido hace tres meses con la prohibición de toros en Cataluña.
Rompió Zaragoza en el aplauso. Espontáneo. También en el «viva». Y en el gozo común de las libertades que se ensalzaban y la necesidad brutal de que de una vez por todas rememos en una dirección. Para hoy, para esta mañana, está previsto el segundo asalto: la reunión de los toreros con Rubalcaba. El cambio de Interior a Cultura. El camino que recién empezamos… Nos queda…
Y una vida distinta comenzará Jesús Millán a partir de hoy. No tuvo la despedida deseada. No salieron las cosas. Se llevó el cariño de sus paisanos desde que le sacaron a saludar y hasta el final. Para poco le dio el sobrero de El Torreón que andaba justísimo y de sinceridad tiró con el quinto, que tuvo un ritmo distinto en cada embestida.
La Virgen del Pilar se empleó de lleno con Rivera. Porfió en exceso con las banderillas en el cuarto. Estaba el toro muy cerrado en tablas. Apuró. Apuramos todos. Listo el toro. Acortó espacios. Y donde era el rey, apretó para sacarlo del mismo burladero prendido del glúteo. Era ahí Rivera presa fácil para herirlo. Milagro que no lo hiciera. Espeluznante la cogida. En verdad no se miró. Derecho se fue a por otro par de banderillas como si el toro le hubiera herido en el orgullo. Tuvo a la gente ya de su parte pero no acabó de estar a gusto con el pitón izquierdo del toro, por donde se desplazaba con más nobleza. Se dejó hacer su primero, sin humillar, iba y venía sin ponerle en aprietos. Eso sí, un señor toro, como otros tantos del encierro.
El Fandi se esforzó con el tercero, manejable, y se justificó con el sexto que fue a menos. Entre unas cosas y otras, la tarde se nos hizo larga, plomiza y anodina. No era tarde para despedidas. Que sirva el milagro para tapar el vacío de más de dos horas y media de festejo.
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