Atlético de Madrid
El Atlético se ha ido
Muy poco le cuesta al Atlético desaparecer de los partidos. Sólo necesita un detalle, ayer un gol de Llorente, para olvidarse de dónde está y dónde tiene que estar. Un gol casi ridículo, además, como el de ayer
Llegó después de una bala de fogueo lanzada por el «9» del Athletic que rebotó en el pie de Filipe Luis y despistó a Courtois. Un gol de los que narran las peores leyendas del Atlético, ésas que sólo hablan de hermosas calamidades.
Contra eso intenta luchar el Atlético de Manzano, pero no le sale. Ha encontrado la estabilidad, o eso parece, con Assunçao en el centro del campo. Con él ya se sabe quién tiene que trabajar para los demás. Aunque sigue sin saberse quién piensa por los demás. A Gabi le queda grande esa responsabilidad. Y si lo hace Diego, le quedan demasiados metros por delante hasta Falcao.
Sus compañeros en el Atlético están empeñados en sacar lo peor del colombiano. Pocos rematadores se han visto como él en el campeonato desde la retirada de Hugo Sánchez. Pero no le llegan balones al área y tiene que buscarlos fuera. Un trabajo que lo agota y más en semanas como ésta, en la que una gastroenteritis estuvo a punto de dejarlo sin jugar. Aunque en una carrera desde el centro del campo, sin nadie por delante después de escaparse de Ekiza al controlar el balón, llegó su mejor ocasión. Disparó abajo, buscando el poste, pero Iraizoz alargó su mano desde el suelo para robarle el gol.
El Atlético estaba vivo, se jugaba todavía la primera parte. Pero la ilusión no sobrevivió al descanso. Bielsa hizo cambios atrevidos e incómodos para un entrenador. Valientes. Se marcharon Javi Martínez y Muniain para que entraran Ander Herrera y Toquero. Y en ese número «2», calvo y con aspecto de cualquier cosa menos de futbolista, estaba el partido.
Llevaba dos minutos en el campo cuando marcó Llorente el primero. Pura casualidad. Lo mejor estaba por llegar. De una carrera suya por la banda y un centro a la primera para la cabeza de Llorente llegó el segundo tanto del Athletic. El tercero no quiso regalárselo a nadie. Remató con la calva una falta que anunciaba ya que el Atlético se había ido para no volver. Juega rápido el Athletic, de pensamiento y de obra. Demasiado para el Atlético, que no supo cómo contenerlo. Y para que el ataque de los locales tuviera dimensiones bíblicas estaba la lluvia, que no paró de caer durante todo el encuentro.
En el Atlético algo falla. Y la muestra es que los tres que juegan por detrás de Falcao –Reyes, Arda y Diego–, los que tienen que llevarle la pelota hasta el área para que remate, fueron sustituidos. Aunque el cambio de Diego por Koke, ya con 3-0, fuera más por no desgastarle en los últimos minutos y por proteger al equipo de una goleada más dolorosa. Ya no había nada que hacer.
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