Sevilla

De toreo liviano y otras cuestiones

- La Maestranza (Sevilla). Decimosexta de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de la ganadería de Torrestrella, bien presentados y serios. Bueno el 3º, a media altura, y el 6º, que se desplazó en el engaño. Deslucidos, 2º y 5º. Manejables, 1º y 4º. Casi lleno.- El Cordobés, de rosa y oro, pinchazo, buena estocada (silencio); estocada fulminante (saludos).- Juan José Padilla, de catafalco y oro, buena estocada (saludos); estocada fulminante (saludos).- El Fandi, de nazareno y oro, estocada (oreja); estocada baja (vuelta al ruedo).

De toreo liviano y otras cuestiones
De toreo liviano y otras cuestioneslarazon

La lluvia cayó de manera intermitente. Paraguas abre paraguas cierra. Desde el segundo hasta que El Fandi casi sumó otra oreja del sexto. Qué fatiga. La corrida de Torrestrella, corridón por fuera, grande, descarada de pitones, muy seria y bien hecha, tuvo toros de muy distinto resultado. Juan José Padilla, que pisaba Sevilla por segunda vez en esta temporada, se llevó un lote para hundir a cualquiera. Parado. Paradísimo quedó su primero en la muleta. Antes sí que tuvo que aguantar un tercio de banderillas exigente y brillante por parte de Padilla y Fandi. Primera parte del mano a mano con los palos. Buenos fueron los de Padilla y explosivo el de David Fandila. Nada después. Hasta que se tiró con la espada como si se le fuera la vida. Y por dos. Lo volvió a hacer en el quinto. Tenía la maldición Padilla sobre él ayer. El toro rozó la invalidez y, así, la faena la ruina.

El Fandi se hartó de torear. Y de buscar el guiño de los tendidos de sol, que aguantaban estoicos bajo el paraguas. Vendiendo la mercancía, Fandi, en el sexto, se encaraba con el público para meterles en faena. Sabíamos a lo que habíamos ido. Pero esa tibieza en el ruedo chirría los sentidos. Tuvo el toro virtudes. Se desplazó en la muleta, algo falto de entrega, pero noble sin fisuras. La faena de Fandi, de menos a más, rondó lo superficial sin asomar la intención de profundizar. Eso sí, puso los palos, a pesar de cómo estaba el ruedo de resbaladizo. Con largas cambiadas en el tercio recibió Fandi al tercero. Cumbre Padilla y fantástico par al violín de Fandi. ¡Si todo hubiera quedado ahí hubiera sido perfecto! El toro tenía casta, movilidad y nobleza. Eso sí lo hacía todo a media altura, le costaba humillar. La faena de Fandi consistió en una sucesión de tres y el de pecho. Voluntad sin apostar. Y agua. Mucha agua. Unos miraban al ruedo y otros rezaban al cielo. El estoconazo fue fulminante. Tónica de la tarde. Brillantes espadas. Seis estocadas seis. Seis buenas. Y fulminantes. Decía que el tercero de Fandi la espada entró, el toro rodó, y se le entregó un trofeo. Habíamos visto lo que al menos parte de la gente buscaba (la plaza casi se llenó con este cartel), pero en valores absolutos nada quedaba.

Discreto y sin fajarse
El Cordobés, y su larga carrera forjada en un don de gentes fuera de lo común, pasó con auténtica discreción. Sin salto de la rana y sin fajarse con el toro, ¿qué sentido tenía estar allí? Liviano estuvo con el cuarto, que se llevó a los terrenos de sol para empezar la faena. El toro, noble y a menos correspondió con el tostón. Resolvió con el primero, que dejó cuarto y mitad en el caballo, y quedó reservón aunque se desplazaba en el engaño con nobleza. Lo dicho, una tarde de toreo liviano y otras cuestiones. Ahora la lluvia, ahora el viento... Para eso fueron a la plaza. ¿No?