Estreno
Blanca Portillo: «Deseo hacer más papeles masculinos»
-Con este Calderón regresa a la CNTC.
-Sí. No había trabajado en la CNTC desde 1998, cuando hice «No hay burlas con el amor», también de Calderón. Tenía ganas de volver porque me encanta el teatro clásico español, decir sus versos, y encima regreso con una obra que es una de las más emblemáticas de nuestro teatro y de la escena mundial. Un personaje paradigma del teatro español, y de la mano de una mujer que se estrena en la compañía.
-Veamos: la llamó Pimenta, le dijo: «Blanca, tengo «La vida es sueño», ¿harías de Rosaura?». Y usted respondió: «Ni hablar, a mí dame a Segismundo»... ¿Fue así?
-(Risas) todo surgió hace un año, cuando vino a Mérida a hacer el espectáculo inaugural. Me dijo que tomaba las riendas de la compañía y le comenté que llevaba tiempo queriendo trabajar con ella. Cuando decidió que «La vida es sueño» sería el primer espectáculo, llegamos a la idea de Segismundo. Pero fue de una forma natural, no una imposición por ninguna.
-Cuando hizo Hamlet dijo que era un personaje que siempre había querido interpretar. ¿Le ocurría igual con Segismundo?
-Hay muchos papeles masculinos con los que sueño. Yo creo que le pasa a todas las actrices. En el clásico hay personajes masculinos más interesantes que los femeninos. Existe una barrera, el físico, pero si la saltamos, son personajes que todos deseamos.
-Venía además de ser Hamlet...
-Sí, lo diré siempre: doy gracias a los dioses por no haber nacido con un físico de 90-60-90, por tener un cuerpo y una voz que me permiten, al margen de la capacidad interpretativa, meterme en la piel de un ser humano más allá de su género.
-Quema etapas rápido. ¿Se le agotan los retos?
-No, porque cada vez que trinco un personaje me parece el mayor reto. No tengo pensado cuál será el «más difícil todavía» próximo. Desde que empecé busco la dificultad, es la única manera de superarse.
-¿Ha sentido que la vida es sueño alguna vez?
-Sí, ese es uno de los regalos que me ha hecho Segismundo: esta profesión, y esta sociedad tienen mucho de eso: hoy las cosas son de una manera y mañana dan la vuelta. Todo es efímero. Como dice Segismundo, el mayor bien es pequeño, todo se te va entre las manos. Eso me ayuda a no creerme nada y a estar convencida de que hay que vivir aquí y ahora, nada más.
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