Desde el siglo IV el «Scrinium» de la Iglesia Romana, fue origen ideal de la Biblioteca y del Archivo Secreto vaticanos. A fines del siglo VIII aparece el cargo de «Bibliothecarius» la Iglesia Romana bajo el Papa Adriano I, que hoy detenta siempre un cardenal. En el siglo XIII tanto la biblioteca como el archivo papales se dispersaron y se perdieron. La reconstitución de ambos en el mismo siglo fue a parar a Aviñón. Allí, en el siglo XIV, Juan XXII (1316-1334) comenzó la formación de una nueva biblioteca, que entró a formar parte, en el siglo XVII, de la biblioteca de la familia Borghese y que regresó en 1891 a la Santa Sede. Tras el regreso de los Papas a Roma, y con Gregorio XI, en 1378, debe fijarse el inicio de la actual Biblioteca Vaticana. Nicolás V (1447-1455) aumentó considerablemente los fondos con códices latinos, griegos y hebreos. Con Sixto IV (1471-1484), y con la bula «Ad decorem militantis Ecclesiae» del 15 de junio 1475, el proyecto encontró su asentamiento definitivo. La Biblioteca siguió creciendo, especialmente bajo León X (1513-1521) y Gregorio XIII (1572-1585), en cuyo pontificado se empezó a separar el contenido de la biblioteca de los documentos del archivo. Desde el siglo XVII comenzó la agregación de bibliotecas enteras. En los años cincuenta se inició el proceso de microfilmación de la mayor parte de los manuscritos que se concluyó en 1957. En 1985 comenzó la catalogación electrónica. La Biblioteca Apostólica Vaticana posee unos 150.000 volúmenes manuscritos (incluidos los 75.000 volúmenes de archivo), 1.000.000 libros impresos (de los cuales 8400 incunables), 300.000 monedas y medallas, 70.000 estampas y grabados. Entre sus mayores joyas está el manuscrito de la Biblia (casi entera) más antiguo. Actualmente y por obra de los dos últimos bibliotecarios, los cardenales Jean-Louis Tauran (2003-2007) y Raffaele Farina (2007-) ha sido objeto de una profunda remodelación.