Literatura

Barcelona

El llanero solitario del arte catalán

Una exposición recuerda el talento fuera de corrientes de Ramon CalsinaDónde: Museu de la Vida Rural de l'Espluga de Francolí (Tarragona) Cuándo: Hasta el 4 de octubrel Cuánto: Tel. 977870576

El llanero solitario del arte catalán
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BARCELONA- El torrente imaginativo de Ramon Calsina siempre fue muy difícil de definir. Nacido en 1901, en el barrio barcelonés del Poble Nou, se le intentó encuadrar con los surrealistas, con el realismo mágico, incluso con el art decó, pero su talento siempre fue por libre. Ejemplo de hombre obsesionado con su arte, creó más de 6.000 obras, siempre con el ojo puesto en superar la superficie de las cosas y encontrar sus secretos, sus esencias, sus verdades últimas. Y lo consiguió. Sin embargo, su carácter cerrado y su urticaria con todo lo relacionado con el mercado del arte le arrinconaron hasta el punto que en los años 60 le bautizaron como el llanero solitario del arte catalán.

Obra inusual
La Fundació Lluís Carulla organiza en el Museu de la Vida Rural de l'Espluga de Francolí una retrospectiva de la obra de Calsina con la intención de revivir la pasión por la obra de este artista olvidado. Bajo el título «Calsina i els oficis» se reúnen 63 obras del artista, centradas en el mundo laboral. «Nació en el Poble Nou, barrio lleno de fábricas y talleres, en una época de grandes conflictos laborales, con reivindicaciones y manifestaciones constantes, y este hecho marcó su imaginario, que siempre tuvo presente el mundo del trabajador», comenta Ramon Calsina, hijo del pintor y comisario de la exposición.

Su universo bascula entre el realismo y el detalle fantástico, incluso grotesco, que da un toque de extrañeza a la imagen. Desde una pareja con manos enormes a una madre con un bebé vestido como si fuese una guitarra, su imaginación no tiene censuras y explota en medio de la composición para convertirlo en un artista singular dentro del arte catalán del siglo XX. «Tenía una potente personalidad y una imaginación desbordante. Conseguía que los objetos que pintaba cobrasen vida, retratando la realidad más profunda. Era un maestro a la hora de situar cosas fuera de su sitio y descontextualizar así la realidad», señala Calsina.

La historia del pintor estuvo muy marcada por la Guerra Civil. Su exposición en los años 30 en la Sala Parés tuvo mucho éxito y parecía que le abría un gran abanico de posibilidades. Adorado por escritores y poetas, que aplaudían la poética de sus cuadros, que casi se podían leer, su reputación no dejaba de crecer. Sin embargo, la guerra interrumpió este fervor y puso un paréntesis a sus planes. «Era una persona muy íntegra. No le gustaban las relaciones públicas y quiso mantenerse al margen dedicado en exclusiva a su gran pasión, pintar», señala Calsina.

Tres años de trabajo
La relación entre padre e hijo siempre fue muy buena, aunque el comisario de la exposición reconoce que la familia siempre perdía en favor de la pintura. «A los 44 años se casó con mi madre, de 22, y siempre fue ella quien llevó el peso de la familia. Mi padre se encerraba en el taller, al que iba todos los días y nunca pensó en problemas domésticos. Sí, como todo el mundo tenía sus defectos, pero era un gran hombre», afirma Calsina.

Desde hace tres años, inició una fundación para dar a conocer la obra de su padre y que su nombre siga vigente. El objetivo ahora es poder exhibir en su ciudad, Barcelona, y mostrar ese Poble Nou de principios de siglo XX que tanto marcó al artista.