Retorciendo el temporáneo

Festival de otoño«32, rue Vandenbranden». Concepto y dirección: Gabriela Carrizo y Franck Chartier. Intérpretes: Seoljin Kim, Hun-Mok Jung, Marie Gyselbrecht, Jos Baker, Sabine Molenaar y Eurudike De Beul. 18-V-2010. Teatros del Canal. Madrid.

En escasas ocasiones la danza contemporánea ha osado utilizar elementos como el contorsionismo, la magia y la acrobacia sin hacer de ello su razón de ser. «32, rue Vandenbranden», de la compañía belga Peeping Tom, logra integrarlos en una radical miscelánea en la que caben recursos tan dispares como el aria de «Casta diva» cantada sobre el escenario por una mezzosoprano y la desaparición «mágica» de una de las bailarinas. Pero no todo en esta obra son efectos. Tres caravanas sobre un suelo cubierto de nieve bajo un cielo envolvente sirven como centro de reunión para cinco personajes. A través de una danza de intensa expresividad plantean emociones tan comunes como la soledad, los celos, la violencia y la marginación (por nombrar sólo algunos) a través de una línea narrativa identificable, aunque, por momentos, difusa. Se echa de menos más danza al margen de la contorsión y el movimiento sorpresivo. Si bien, estos dos recursos no son gratuitos, resultan insuficientes para un espectáculo de danza, pero permiten que la obra despliegue un tono paródico constante reforzado con algunos cénits cómicos de gran efecto. En definitiva, una danza extrema y desesperada, llena de convulsión y energía, y bien ejecutada por los bailarines, que consigue conectar con el espectador gracias a una batalla que parecía que el contemporáneo había perdido: transmitir no sólo una pequeña historia, sino también una variedad de emociones fácilmente identificables. Con sus altibajos, esta obra constituye una ruptura con muchos de los tópicos que caracterizan la danza actual.