Nueva York

Hombre rico joven pobre

La Razón
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¿Dónde están las vanidades de este mundo? Entre las sábanas revueltas y un albornoz tirado en la habitación de un hotel de lujo de Nueva York se arrastra por los suelos el prestigio del Fondo Monetario Internacional y su rijoso representante en la Tierra, Strauss-Kahn, con la imagen de un emperador del Capital hundido en la indigencia moral tras su oscuro episodio de violador de camareras (una inmigrante africana para poner la guinda ante la jueza), lo que nos lleva a plantearnos una vez más hasta dónde llega el poder del dinero, cada día más devaluado.

La pasta ya no sirve. A joder, a joder que el mundo se acaba, que es una consigna que se coreaba hace muchos años en una de estas ocasiones en las que la gente se lanza a la calle a pedir libertades y aire fresco tratando de revivir el Mayo del 68 y otras gaitas, que hoy por hoy se reducen a saber si estuviste en Las Ventas cuando las tandas de naturales de Talavente. Porque lo de la acampada en la Puerta del Sol, se queda entre un espontáneo capítulo de «Gran Hermano» al aire libre y una tumbada de botellón a la María, que ni siquiera alcanza un espíritu primaveral de Pirandello de personajes en busca de autor. Al llamado espíritu del 15-M se le ha prestado una atención mediática inmerecida ante un fenómeno que demuestra que las redes sociales tienen un poder de convocatoria para reunir al personal en no se sabe qué. Bueno, sí, a lo de siempre, a revivir un perfume libertario y antipolítico en la protesta de siempre hasta la semana que viene que hay exámenes, o hasta volver a aparcar las inquietudes de un nihilismo sin fronteras con las nuevas consignas de indignación que gustan mucho en estos convulsos tiempos en flor.

Pero ante la degradación del hombre rico y el carácter volátil de la juventud airada antisistema, qué quieren que les diga. Estos días mejor buscar el hechizo y el vértigo oculto en los jóvenes toreros, si el asunto es buscar la soberbia incertidumbre del destino.