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Un año de gracia por Martín Prieto
La oposición acostumbra a darse cien días de carencia para juzgar al nuevo Gobierno, porque hacen falta tres meses para estudiar los expedientes y decidir sobre ellos. El equipo económico (Guindos, Montoro y Báñez, que tiene pocas armas en Trabajo) sólo pide noventa días para poner el empedrado de un nuevo reactor económico. Para comenzar a sufrir, este viernes pueden congelarse los salarios de los funcionarios ya recortados por Rodríguez Zapatero y ya empiezan a correr los cien días de gracia que los gobiernos utilizaban para solazarse y tirarle besos a la ciudadanía, jamás para hacerle la puñeta. Esta situación es la contraria: el Gobierno no tiene tiempo para congraciarse con nadie y lo que le faltan son consejos de ministros para hacer sufrir a sus votantes.
No es eso tan cursi y tan falso de que «quien bien te quiere te hará llorar», sino el entendimiento del dolor como principal colaborador de la Medicina y sin el cual los galenos explorarían a ciegas. 2012 se dará por ganado y afortunado si el Gobierno aplica el «electroshock» y los españoles aceptan insatisfechos pero esperanzados ciertas dosis de masoquismo.
Cualquiera que maneje un resumen de datos económicos sabe que el PSOE (repensándose), los sindicatos (pensando en sus subvenciones) y hasta los «indignados» (desaparecidos en combate) tienen que aportar paz social y no incendiar la gasolinera averiada. Zapatero tuvo tres años de gracia para rascarse rítmicamente las gónadas cortando las huríes de la Alianza de Civilizaciones. El presidente Rajoy necesita un año sólo para evitar que nos rescaten. Y la felicidad aún se hará esperar.
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