Barcelona
La pradera
Juan Carlos Rodríguez Ibarra me cae bien. Sirva esa caricia en el preludio. Pero es peligroso con un micrófono delante de sus barbas. Dice mucho y hace poco. Al menos cuando gobernaba Extremadura, dónde fue motejado de «Bellotakari» por sus salidas de tono. Por lo demás, es una persona cordial, amable y sectaria. Lo primero y lo segundo le viene de cuna, y lo tercero, del socialismo. Me recuerda un poco, no en su físico, a Solís Ruiz, el ministro sempiterno de Franco. «Al Caudillo, con mano izquierda, hay que pararle los pies», le confesó a Emilio Romero en plena conspiración sucesoria. «Tu tienes mano izquierda», le respondió Romero. «Pero no cojones», remachó Solís poniendo punto final a la brevísima charla discordante. Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha sido mucho más de decir que de hacer, más bravucón que arrojado, siempre original, pero de cuento archiconocido.
Ahora se ha envalentonado en Madrid para apoyar a Gómez. Pero no ha apoyado a Gómez, al que apenas ha mencionado. Su obsesión es Esperanza Aguirre, y ese «Madrid cañí y cutre que va a la pradera de San Isidro», que según el peculiar extremeño es el que vota a Esperanza Aguirre. Recurro a los números y no me encaja la realidad. Si a Esperanza Aguirre le votan los que van a la pradera de San Isidro a festejar el día de nuestro patrono, Esperanza no obtendría ni un escaño, a no ser que la pradera tuviera la extensión de Cáceres, Badajoz, Mérida, Almendralejo y Villanueva de la Serena en ella reunida. Lo cutre y paleto consiste en establecer diferencias insalvables entre la tradición y la modernidad. Madrid no es más moderno por darle la espalda a la pradera de San Isidro. Él mismo reconoce su error y se contradice cuando afirma: «Barcelona parece, pero Madrid es. El crecimiento de Madrid va más lejos». ¿Y quiénes son los mayores responsables de ese crecimiento? Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, que también se asoma por la pradera algún 15 de mayo.
Gómez y Trini, para su desgracia, poco tienen que ver en ello. Y además, que si en Madrid resulta cutre, antiguo, cañí y de derechas acudir a la pradera, en Barcelona bailan la sardana en las Fiestas de la Mercé, que manda narices. Y en Cáceres y Badajoz, ni les cuento.
Además, y lo siento por Rodríguez Ibarra, su crítica denota áspera incultura y muy descriptible sensibilidad, además de escaso conocimiento de los madrileños. Nací en Madrid y llevo sesenta y dos años viviendo en Madrid. Jamás he ido a la pradera de San Isidro. ¿Soy por ello un madrileño moderno que se propone votar a Gómez o a Trini? Ni por todo el oro del mundo.
Y la incultura áspera se ubica en su desprecio a Goya. Es pradera cutre, cañí, antigua y merecedora de la distancia, esa pradera tan desafecta a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, fue inspiración y culminación de una de las pinturas más prodigiosas de don Francisco de Goya y Lucientes, y el señor Rodríguez Ibarra tiene ocasión, cuando a Madrid viene, de contemplar la maravilla en el Museo del Prado. Pero claro, no se lo han contado, y el hombre dice lo que dice.
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