Bruselas
Predicar con el ejemplo por Agustín de Grado
La crisis nos ha colocado sin matices ante una lección olvidada: nadie puede gastar más de lo que tiene de forma permanente. Ni una familia ni una nación. Así que ahí estamos, suplicando todos a Bruselas que sea benevolente para no tener que afrontar un recorte de 44.000 millones en apenas nueve meses. Ceda Bruselas o no, aquí viene la segunda lección olvidada: toda deuda terminará pagándose, antes o después. No estaríamos lamentándolo ahora si hubiéramos impedido que el endeudamiento del entramado empresarial público se triplicara en tres años, hasta alcanzar los 60.000 millones. Sin esta expansión del gasto, hoy no estaríamos ante el recorte de 44.000 millones que nos exige Bruselas. La realidad es que en 2009, 2010 y 2011 el Estado gastó cada año 100.000 millones más de los que ingresó y el crecimiento sigue sin llegar, lo que ofrece otra lección: la austeridad no es culpable de la recesión, ni un mayor gasto público garantiza la recuperación. El distinto comportamiento de lo público y lo privado en estos tres años (mientras la Administración se endeudaba en 300.000 millones, familias y empresas ahorraban 90.000) nos deja la última lección: la sociedad española está predispuesta al esfuerzo que se avecina, pero necesita creer que será compartido. Todos los políticos, los que gobiernan y los que aspiran a hacerlo, deben empezar ya a dar ejemplo acordando la profunda reducción del modelo administrativo que obliga al mantenimiento de 68.000 concejales, más de 8.000 alcaldes, 1.220 diputados autonómicos, otros tantos provinciales, y todo el engorde que conllevan. Si partidos políticos y sindicatos se sometieran además a la autofinanciación que se exige a la Iglesia católica, los españoles reconocerán que el cinturón se aprieta para todos.
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