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Suiza

Iniesta

La Razón
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Debe de ser familia de Don Quijote, digo, por su capacidad imaginativa para transformar violentos gigantes en dulces molinos de viento. Al revés de las alucinaciones del histórico personaje cervantino, Andrés invierte la locura en cordura y hace diabluras con su cordura, que provoca en las gentes la diabólica locura. Goza de la fantasía de los señalados por la Divina Providencia. Reconozco, sin pudor alguno, que detuvo mi corazón en un segundo y me grabó una sonrisa en el alma sin adornos previos. Ay, Iniesta de mi vida, el chico del minuto 116, el hombre más blanco de Fuentealbilla, la bota que sostuvo el mundo entre suspiros del sur del continente negro. Hace tres noches, en Suiza, la gente se hacía cruces, sorprendida de su facilidad para hacer bien las cosas e, incluso, alabó su calidad y sencillez... Quienes lo conocemos bien presumimos del privilegio de coincidir en este mundo con los que hacen lo que los demas sueñan. Andrés maneja el fútbol rodeado de sus compañeros interplanetarios, esos jugadores gloriosos que nos han llevado a alcanzar la perfección gracias a su talento insuperable. Iker, Xavi, Alonso, Puyol, Ramos, Busquets, Torres, Villa, Mata... Y Fàbregas, que llega cuajado, hecho, y los que aprietan desde la Sub'21, como Thiago, el hijo de Mazinho... Y ahí Iniesta levanta su bandera y el amor por Jarque, culto a la amistad fraterna, capaz de sacar de una pelota, y sin chistera, conejos y palomas... Le debía estos renglones, desde que nos ayudó a convertir el fútbol en oro y la pasión en títulos. Don Quijote, desde sus pensamientos, se siente orgulloso de ser su paisano.
 
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