Europa

Berlín

Recentralizar por José María Marco

La Razón
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Milton Friedman fue uno de los grandes economistas del siglo XX. Amante de la libertad, inspiró algunas de las políticas de Ronald Reagan que sacaron a Estados Unidos de la crisis económica de los setenta. También pensaba que el euro requería un trabajo previo de unificación política. Una moneda única casa mal con un conjunto de países con culturas, tradiciones, economías y políticas fiscales diferentes. Ahora, tras cuatro años de crisis parece que todo el mundo en Europa piensa como Milton Friedman.

Sin duda que una mayor integración fiscal es imprescindible. Aun así, conviene hacer algunas observaciones. Cuando se pide más poder para la Unión, parece que se está convencido de que las decisiones económicas que se tomen en Bruselas, en Berlín (¿también en Estrasburgo?) serán más racionales y estarán menos sometidas a los intereses y a los vaivenes de la opinión pública que las que se toman en los países correspondientes. Esto no resulta evidente. No hay más que ver el caso de nuestro comisario Joaquín Almunia para darse cuenta de ello. La clase dirigente europea está compuesta de tecnócratas y políticos retirados –en general merecidamente– de sus propios países. Que sean estas personas las que vayan a tomar decisiones que afectan a gente que no tiene con ellos la menor relación no se parece mucho a lo que imaginaron los creadores de la Unión Europea. Estrasburgo, Berlín o Bruselas no son mejores que Madrid o Dublín. Nadie garantiza que no puedan llegar a ser peores.

El afán de centralización también ha llegado a España. Aquí parece que el sistema autonómico está entre los grandes causantes de la crisis. No es tan sencillo como parece. Hay países descentralizados que funcionan por lo menos mejor que España. Ahí están Alemania y Estados Unidos. Y hay otros centralizados que resultan poco ejemplares. Véase Italia, con una deuda pública del 120% del PIB, y Francia, con 6,9 millones de empleados estatales. No parece que sea eso lo que más nos convenga, ni en Madrid ni en Bruselas.

Resulta digno de elogio que se hagan esfuerzos para encontrar soluciones políticas a la crisis. Sin embargo, no se deberían olvidar las reformas, sobre todo cuando ya se han emprendido muchas de ellas, como en España. No basta con invocar ahora la unidad de Europa, como hacía Milton Friedman, y mucho menos para financiar la deuda con más deuda y confiar en que el Gobierno de la Unión nos sacará de ésta. Otro tanto ocurre con nuestro país. Los gobernantes tienen responsabilidades y la principal ahora mismo es reducir el déficit y la deuda. No hay otra forma de levantar cabeza. Para eso no es imprescindible ceder más soberanía a la Unión ni restaurar un Estado centralizado.