Cáncer

Nos volvimos locos por Cristina López Schlichting

La Razón
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Ir al hospital para orinar en un váter de 600 euros no está mal. La cuestión es cuánto cuesta. La Mancha se está revelando como el museo de los horrores del despilfarro nacional a medida que se tira de la manta. Primero, el aeropuerto. Luego, ese almacén de regalos oficiales que tenía hasta «sofales» rubalcabianos. Ahora, este hospital con despachos como salones y urinarios como los de Preysler. Hace poco me estrené en la televisión local y quedé asombrada, lo confieso. Los platós son mejores que los de Telecinco y las salas de maquillaje dejan pálidas las instalaciones nacionales. Algo pasó en aquellos años de vacas gruesas. Una mezcla de pasta a tutiplén, envanecimiento y falta de sentido común. Yo qué sé. Bono ya era de derrochar en casa, de hacer centros de hípica y decorar habitaciones infantiles por todo lo alto, pero la debilidad de ciertos dirigentes no explica cada detalle. Todos nos volvimos un poco locos, no sólo los políticos manchegos. Desde el que hizo vacaciones en el extranjero dos veces por año, hasta el que compró tres coches, pasando por el que contrató una hipoteca pensando que siempre entraría un sueldo fijo. Yo qué sé. Me pregunto cómo controlarse para no gastar cuando hay dinero. Supongo que no hay otro camino que la virtud del ahorro y la solidaridad con otros más pobres. La conciencia de que nada de lo que atesores en este mundo es lo importante. Y me imagino que eso fue precisamente lo que no hubo. Tuvimos dinero, pero nos faltaron corazón y cabeza para gestionarlo.