Montilla
Mamá quiero ser artista por Enrique Miguel RODRÍGUEZ
Mirando el panorama veo que una fiebre artística se ha instalado en nuestro país, al grito del famoso espectáculo de Concha Velasco, «Mamá, quiero ser artista». La primera que se ha lanzado a los escenarios es Carmen Martínez Bordiú al frente de su compañía de baile, ya lo conté ayer de acuerdo a la exclusiva en «¡Hola!» de la eximia bailarina. En «Herrera en la Onda» bromeaba con Carlos Latre sobre este tema. Le decía que, siguiendo el ejemplo, la baronesa Thyssen, que ya hizo sus pinitos –eso sí, muy pequeñitos, en el cine–, con sus grandísimos medios podría formar una compañía de revistas, con un espectáculo titulado «Blanca de día, negra de noche». Tal como está el tema catalán, Jordi Pujol con su gran autoridad, tendría que formar una compañía dramática en la que estuvieran de actores invitados Montilla, Mas y, claro está, Carod Rovira. Podrían reponer «La Malquerida» de Benavente. Después de estas tontunas y de las fiebres artísticas de algunos personajes, están los verdaderos artistas, entre ellos algunos llegan a la categoría suprema. Éste es el caso de María Pagés. Empezó desde abajo como lo han hecho siempre los grandes, aprendió en el ballet de María Rosa cosas tan importantes como disciplina y, como ella misma dice, supo lo que era una larga gira por Japón y Rusia y a tocar los palillos, a no desterrarlos del ballet español. Fui el miércoles al Maestranza a ver su nuevo espectáculo. Lo ha titulado «Mirada», dedicado a los 20 años que lleva al frente de su propia compañía. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto viendo bailar, porque eso es lo que hace Pagés, bailar y hacerlo muy bien. Recorre con gran autenticidad los palos más importantes del flamenco, pero dándoles en sus coreografías una especial personalidad. Realmente es una diosa sobre el escenario, dotada además de una gran inteligencia a la hora de concebir sus montajes.
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