Nueva York
El héroe de América se confiesa
El guión de la vida de Schwarzenegger empieza como «Rocky» y termina como «El ala Oeste de la Casa Blanca». El ex gobernador más atípico de California omite detalles escabrosos, pero se regocija en la política«Desafío total»Arnold SchwarzeneggerMartínez Roca698 páginas, 24, 50 euros.
Se hubiera traicionado a sí mismo Arnold Schwarzenegger de haber aplicado alguna pretensión literaria a su biografía. Como en el cine (y en la política) Arnold es un hombre de golpes de efecto. El «travelling» que traza sobre su vida no serviría, sin embargo, como guión para una película de acción; más bien comienza con el mismo aroma de gimnasio de «Rocky», el emblemático título de su eterno rival y amigo Stallone: un hombre humilde que, pese a sus adversas circunstancias (Austria en la segunda posguerra mundial), alcanza su mayor anhelo (Míster Universo), trampolín para lograr el verdadero sueño, el americano (ser el hombre mejor pagado de Hollywood). Todo, descrito al ritmo de los telefilmes de sobremesa. La vena del lector no se tensa hasta que el relato alcanza el clima de «thriller» político: una estrella del cine casado con una Kennedy intentando meter la cabeza en el engranaje del sistema republicano, propio de los guionistas de «El ala Oeste de la Casa Blanca».
Agradezcamos a Arnold que, al menos, no haya querido edulcorar su imagen de «homus politicus» más de lo necesario: es un hombre de razonamientos simples, y no lo oculta, pero también un valiente estratega.
Míster Universo
El gimnasio empezó, poco a poco, por reemplazar a su familia, donde nunca pudo estrenar ropa nueva hasta que comenzó a trabajar. Su madre, asustada, llamó al médico porque la pared de su habitación estaba empapelada con hombres desnudos luciendo músculos. Mientras estaba en el Ejército arrasaba en los campeonatos de culturismo locales y acabó por dar el salto a Múnich donde las pesas se convirtieron en su principal ocupación. Como ocurre con los héroes de las superproducciones, en el primer combate, poco conscientes de su poder, arrasan: fue segundo en su primer intento de Míster Universo cuando no esperaba llegar al sexto. Sobra decir que lo logró al segundo intento, aunque para ello tuviera que trasladarse a Londres, a vivir con la familia de su entrenador, como un hijo más, aprendiendo inglés a la vez que modales en la mesa.
El salto a Hollywood
América era, también, la meca del culturismo. Schwarzenegger barrió, pero se hartó de lucir bañador y se le puso entre ceja y ceja no solo que quería ser actor, sino protagonista de los que se embolsan un millón por película. Nadie le creía, pero él mientras dijo que no a muchos papeles de matón hasta que llegó el proyecto de «Conan el Bárbaro» porque vivía de sus negocios inmobiliarios. Antes de lo que creía había duplicado sus sueños y le llegaron a pagar 14 millones por película.
El héroe de los 80
Los Rambos, Terminators y Depredadores «fueron tan importantes en los años ochenta como lo fueron las películas de vaqueros en los 50», se jacta Schwarzenegger, que, en uno de los varios ejercicios de humildad que realiza durante el libro admite que Stallone estuvo un tiempo muy por encima de él en capacidad y también en sueldo. Según el propio diagnóstico del autor, la clave del éxito no fue solo su apariencia intimidatoria, sino el sentido del humor: «Mis personajes siempre bromeaban sin reírse y también decían frases cortas y divertidas».
Las mujeres
No satisface en este apartado suficientemente la curiosidad del lector. Es prolijo en el cuento de princesas que fue su encuentro con Maria Shriver y toda la familia Kennedy, su noviazgo y el nacimiento de sus hijos; sin embargo pasa de puntillas por sus romances, como el de Brigitte Nielsen, o su primera época en Nueva York, por no olvidar que relega la concepción de su hijo secreto a las últimas páginas del libro.
«Gobernator»
A Hollywood nunca le gustó que mostrara tan abiertamente su militancia republicana; los seguidores de Bush le vieron siempre más a la izquierda que lo que debía; y los demócratas no le permitieron que culminara su carrera con dos triunfos progresistas: la reforma del sistema sanitario y las políticas en favor del cambio climático. Pero no solo logró convertirse en el gobernador más atípico de California, sino que además tuvieron que recurrir a él para aupar a Bush junior en los momentos más delicados. Como político le funcionó la planificación a largo plazo (básicamente construir, construir y construir), pero tuvo que aprender a morderse la lengua en las intervenciones improvisadas porque era capaz de responder a los sindicatos que iba a «darles una patada en el trasero». Es un héroe por convicción, si no le están viendo disputar la presidencia a Obama es porque la Constitución impide aspirar a un extranjero.
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