Barcelona

La visita del Papa no deja indiferente a la clase política

Que la visita del Papa no ha dejado indiferente a nadie es algo evidente. Ha sido valorada, como es normal, por el presidente de la Confederación Episcopal, Antonio María Rouco Varela. Pero también lo han hecho los musulmanes residentes en nuestro país. El cardenal Rouco ha hablado de que España está a la cabeza del ránking de laicismo mundial.

Las colas volvieron ayer a ser la tónica dominante en la Sagrada Familia tras ser bendecida por Benedicto XVI el domingo. Turistas y barceloneses no perdieron la oportunidad de visitar la «nueva» basílica.
Las colas volvieron ayer a ser la tónica dominante en la Sagrada Familia tras ser bendecida por Benedicto XVI el domingo. Turistas y barceloneses no perdieron la oportunidad de visitar la «nueva» basílica.larazon

Por contra, la federación que reúne a los musulmanes se refiere a «alejamiento» de la religión. Nadie ha quedado al margen de las palabras de Benedicto XVI, y ha puesto en primer plano el debate sobre los límites de la laicidad. El viaje del Santo Padre vuelve a reabrir viejas polémicas sobre la religión en España. «Discrepancia» es una de las palabras más repetidas junto a «respeto».

 No es lo mismo cuando se habla en público que cuando la reflexión es sin micrófonos. La visita del Papa y las reflexiones del Pontífice sobre España lo ha vuelto a poner de manifiesto. El PSOE no quiere confrontar con la Iglesia Católica y evita en público la crítica. Claro, en el último año, y gracias al trabajo de la ex vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, se produjo una especie de pacto de no agresión, después de una primera Legislatura convulsa, tras la aprobación del matrimonio gay, la Ley de Memoria Histórica y la reforma del aborto. Así que el secretario de Organización del PSOE, Marcelino Iglesias, se limitó ayer a expresar su «respeto» una y otra vez por las palabras de Benedicto XVI, a pesar de que el partido del Gobierno no está de acuerdo en todo: «En muchas de las cosas estamos de acuerdo, pero hay matices en otras». En todo caso, añadió que los socialistas respetan y están por el respeto a la Religión que practican no sólo millones de españoles, también millones de votantes del PSOE.

Así que se quedó en que la visita del Papa «ha salido bien» y en que «el Gobierno respeta el «peso de la Iglesia Católica» en España. El número tres del PSOE aclaró que la reforma de la Ley de Libertad Religiosa sigue en la agenda del Gobierno, pero «no está en el debate inmediato».

Bien, hasta aquí la cara amable, la más conciliadora que ha querido mostrar el PSOE. La otra, la que representa el laicismo más militante, no quiso ayer quedarse callada. Y, aunque durante la Ejecutiva, presidida por Zapatero, ninguno abrió la boca, sí lo hicieron varios antes de que el presidente del Gobierno se sentara a presidir el cónclave. Fueron varias las voces que reprobaron la reflexión del Papa sobre el «laicismo radical» de España y la comparación con los años treinta de la Segunda República para sostener «el desconocimiento profundo del Papa sobre la realidad española». Fueron estos socialistas los mismos que mostraron su disconformidad con la decisión del Gobierno de «aparcar» la reforma de la Ley de Libertad Religiosa.

En relación a esas palabras del Santo Padre, el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, añadió que «no pasarán a los anales de la diplomacia vaticana». El presidente del Congreso, José Bono, tuvo más tacto y salió en defensa del Pontífice: «No quiso decir eso», en referencia al de comparar la España actual con la de los años 30. Y restaba importancia a la ausencia del presidente del Gobierno: «Se le puede pedir que gobierne, incluso que vaya a misa, no que rece».

Pero faltaba la puntilla, la del ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco: «La jerarquía eclesiástica debería preguntarse qué culpa tiene de tener cada vez menos seguidores».

«Fuera de lugar»

La postura del PP también fue de respeto. Ni valoración de la ausencia del presidente ni de las palabras del Santo Padre. «Está fuera de lugar» comentar las palabras del Santo Padre a nivel de partido, dijo la secretaria general, María Dolores de Cospedal: «En el ámbito de la Iglesia es donde hay que analizarlas». Por su parte, el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, aclaró en Antena 3 que «yo no voy a ser el intérprete del Papa, pero creo que hay que mantener un cierto respeto», para acto seguido afirmar –sobre la ausencia de Zapatero– que no va a ser «el que se dedique a justificar sus errores».

Y mientras, desde Barcelona, la resaca de la visita del Papa dejaba una imagen: la Sagrada Familia otra vez llena de turistas y barceloneses. A nivel político, hay satisfacción porque todo funcionó bien y nadie lo pone en duda, aunque también trae cola que Zapatero no acudiera a la dedicación de la Sagrada Familia y, por eso, el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, dejó claro que «estar presente en este acto no hubiera afectado al estado laico». «Nuestra laicidad es positiva», apuntó Sistach.

Preguntado por la ausencia de Zapatero, el presidente de la Generalitat, José Montilla, dijo que «supongo que tendrá sus razones y sus motivos», y puntualizó, en declaraciones a Onda Cero, que «yo hice lo que creía que tenía que hacer». Montilla no quiso entrar en la interpretación del mensaje de Benedicto XVI y dijo que, dada su complejidad, «cada uno resaltará aquello que más le interese o que tenga más relación con su ideología». Sus socios de ICV, contrarios sí o sí a la visita de Su Santidad, ayer criticaron que haya venido «a hacer política».

Para la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, Zapatero «se ha equivocado nuevamente», y resaltó que «el Papa hizo el mejor homenaje que se puede hacer a la lengua catalana y le dio un impulso universal. Que hablase en catalán es el mejor homenaje que ningún presidente ha podido hacer, y utilizó el bilingüismo en catalán y castellano con normalidad».