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La Europa del sacrificio
El resultado de la, hasta hoy, última cumbre decisiva para la Eurozona ha sido que Europa debe tomarse en serio sus propias reglas o se verá abocada a la irrelevancia internacional o a una ruptura traumática. Y las reglas del euro son, han sido y deberán ser las de la estabilidad económica y fiscal como condición previa para la prosperidad y la libertad.
De la cumbre surgirá un sistema de vigilancia, sanciones y mecanismos correctores de la indisciplina fiscal. No se trata de algo que se impone a los Estados sino de un compromiso de las naciones para con ellas mismas y el bienestar futuro.
De esta crisis los españoles deberemos aprender que todo lo que esté construido sobre las movedizas arenas de una política fiscal irresponsable está condenado a su derrumbe, por muy atractiva que parezca la oferta de más bienestar a cambio de más deuda. El reto de la sociedad española, no sólo del Gobierno, es apartar esta opción irresponsable de entre las ofertas admisibles por los españoles. Y así deberá ocurrir en todas las naciones del euro para que sea de nuevo promotor de la estabilidad.
Será tarea del Gobierno en España guiarnos de nuevo por la senda de la disciplina fiscal para honrar nuestros compromisos. Los objetivos fiscales a corto y medio plazo están claros. La meta de largo plazo también: una reducción estructural y permanente del déficit público en unos cinco puntos del PIB. Y las líneas estratégicas de cómo conseguirlo han sido dilucidadas en las últimas elecciones. Para la mayoría de españoles el ajuste debería realizarse por la vía de la reducción del gasto público, precisamente porque han decidido que la vía de salida a la crisis será con mayor crecimiento y creación de empleo; y saben que mayores impuestos directos supondrían menos iniciativa y menos empleo.
En algunos ámbitos, la hipertrofia pública es patente: duplicidades administrativas, cargas burocráticas, clientelismo, subvenciones indiscriminadas... Pero en otros muchos la reducción ordenada de la presencia pública exigirá un movimiento de la sociedad civil para asumir nuevos ámbitos de responsabilidad. La era de los programas públicos del bienestar fundamentados en la subsidiación masiva debe ir dejando paso a una mayor responsabilidad individual y social que, con la irrenunciable garantía pública para el acceso de aquellos con menores recursos, deberán proporcionar una oferta sostenible de servicios más adaptados a las demandas.
Desde Europa nos recuerdan que no será posible un crecimiento sostenido si no es sobre bases fiscales sólidas. Y España mostrará a Europa que la mejor manera de colaborar en la sostenibilidad fiscal es con una ambiciosa agenda de reformas que impulse el potencial de crecimiento, el empleo y la generación de ingresos fiscales. La profundidad de la reforma laboral y del saneamiento del sistema financiero será la medida del impulso reformista en los próximos años.
Fernando Navarrete
Director de Economía y Políticas Públicas de FAES
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