La polémica artificial en torno al Diccionario de la Academia de la Historia pone de manifiesto el sectarismo de una izquierda más ocupada por el pasado que por el presente. Establecer si Franco fue autoritario o totalitario es mucho menos preocupante que la manipulación de la historia que hacen los manuales escolares de los gobiernos nacionalistas y algunos libros de Educación para la Ciudadanía. Pero ante esas patentes adulteraciones históricas, los voceros de la izquierda guardan silencio.

Rubalcaba, el Falcon y los actos del partido
Rubalcaba quiere que la militancia socialista le llame Alfredo. Vale, pero que la familiaridad la pague el partido de su bolsillo, no el resto de los españoles que, afectos aparte, le sufraga los gastos como vicepresidente del Gobierno. Usar un avión oficial para pedir cariño a las bases del PSOE andaluz no es de recibo. Y si piensa repetirlo, su deber es dejar el Gobierno.

Una reforma sin trucos ni maquillajes
Gobierno y sindicatos se aliaron ayer para culpar a la CEOE del fracaso de las negociaciones. Sin embargo, los empresarios han hecho lo que debían: no engañar con maquillajes a los trabajadores, ni a los ciudadanos, ni a los mercados. Repetir el error de una reforma laboral ineficiente y sin contenido para que los sindicatos salven la cara sería una grave irresponsabilidad que los inversores no tardarían en castigar y todos los españoles en sufrir. Ahora le corresponde al Gobierno asumir el reto sin engaños.