Brasil

Las cruces prestadas de Homs por Alfredo Semprún

Egipto va muy bien. Una productora de culebrones egipcia, con todos los permisos correspondientes, se dispone a rodar exteriores en la universidad cairota de Ain Chams, concretamente frente a la facultad de Ingeniería, cuando un grupo de estudiantes islamistas, indignados por las «indecentes» ropas de las actrices, paralizan el trabajo. Las chicas vestían faldas apenas por debajo de la rodilla. «La telenovela está ambientada en 1970», explica el director. «Entonces las universitarias vestían así». Inútil. Producción cancelada.

Las cruces prestadas de Homs por Alfredo Semprún
Las cruces prestadas de Homs por Alfredo Semprúnlarazon

Hace ya más de una semana que el Ejército sirio intenta rendir los bastiones suníes sublevados en Homs, en especial el barrio de Bab Sbah, donde se han concentrado las fuerzas del llamado «Ejército Libre de Siria». No parece que vaya a ser un paseo militar. Homs es mucho más que una ciudad suní rebelde: es el centro petrolero del país, la tercera por población y, además, está estratégicamente situada en la frontera con el Líbano. De hecho, ya se la empieza a considerar la «Bengasi siria», en referencia a la ciudad libia, capital de la Cirenaica, donde comenzó la revuelta contra Gadafi.

Refuerzos extranjeros para una batalla decisiva
Que la pugna por Homs se iba a convertir en una de las encrucijadas de la crisis era algo que venían venteando sus escamados habitantes desde hace meses. Por ello, siguiendo una vieja tradición, las milicias de la dos comunidades enfrentadas, los suníes y los alauitas, comenzaron a tomar rehenes. Se lo explico con un ejemplo: a la joven Zaibab la delató como alauita su manera de vestir a la occidental. Cinco tipos la bajaron a la fuerza de un autobús ante el silencio avergonzado, por cobarde, del resto de los pasajeros. Llevada a la casa del jefe –«No me hizo daño. Me llamó «hija mía» y me trató bien»–, la intercambiaron unos días después por cinco suníes secuestrados por la milicia rival.

Ajenos, en principio, al enfrentamiento, los cristianos de Homs actuaron de mediadores y, en ocasiones, prestaban cruces y otros símbolos religiosos, como rosarios y medallas, a sus vecinos, más expuestos a las represalias. Devotos musulmanes se protegían bajo la cruz prestada para poder hacer algo tan básico como salir a la calle a comprar el pan.

Poco a poco, las líneas de frente quedaron delimitadas y las tomas de rehenes dieron paso a algunos asesinatos sectarios. Preso de su propaganda, el Gobierno intentó negar lo que todos sabían en la ciudad: que había perdido el control de los principales barrios. La verdad estalló el 11 de enero durante una visita, mal gestionada por Damasco, de un grupo de periodistas occidentales. Animados por las cámaras, los alauís de Homs organizaron una manifestación de apoyo a Asad. También querían relatar la exacciones a las que los habían sometido los rebeldes. La respuesta fue un ataque de morteros sobre la comitiva. Un reportero francés, Guilles Jacquier, resultó muerto.

Luego, cuando se publicara el informe de la Misión de Observación de la Liga Árabe, descubriríamos que la vista de los periodistas se llevó a cabo pese a que los combates en la zona se habían generalizado, con fuego de artillería por ambas partes y con el Ejército sirio en franca retirada. A los reporteros se les dijo que iban a recorrer una ciudad «pacífica» y los llevaron, sin avisar, a un campo de batalla. La resistencia de Homs dará la medida de las posibilidades del régimen de imponerse en todo el territorio. Ya hemos dicho que no va a serle fácil. En Homs, con sus correligionarios sirios, combaten voluntarios yihadistas libaneses e iraquíes, que son, además, quienes aseguran el abastecimiento de armas y municiones. En Washington, los servicios de Inteligencia reconocen que la rama iraquí de Al Qaeda está metida hasta el cuello en la batalla y que los últimos atentados en Alepo llevan su firma. Con el bando contrario, el de Damasco, se alinean milicianos de Hizbullá –varios de los cuales han muerto en emboscadas suníes llevadas a cabo en suelo libanés– y miembros de la Guardia iraní.
De haber funcionado el guión ensayado en Libia, es probable que una supuesta intervención militar panárabe –liderada por Qatar o Arabia Saudí– y respaldada por Occidente hubiera partido desde Homs. Pero el veto ruso en la ONU ha complicado el escenario. Se dice que Putin no quedó nada contento cuando las cámaras de sus satélites de vigilancia confirmaron, tras tomar casi treinta mil fotografías de alta resolución, que la aviación de Gadafi no había lanzado una sola bomba sobre la población civil, que fue la excusa para la intervención internacional.

 

El «trabajo extra» de los policías huelguistas de brasil
 Como sabrán, la Policía de Bahía lleva trece días en huelga, tiempo en el que el número de asesinatos se ha disparado. Ayer, el director del Departamento de Homicidios y Protección a la Persona de la Policía Civil de Bahía, Arthur Gallas, reveló que hay indicios de que 38 de los 147 homicidios registrados en la ciudad desde que comenzó la huelga han sido perpetrados por las llamadas «milicias de autodefensa». ¿Y quiénes son las milicias? Pues policías y ex policías financiados por grupos de comerciantes para «limpiar las calles de indeseables» y mantener el orden. Mendigos, drogadictos, sicarios, rateros a tanto la pieza. Y hay que darse prisa, porque viene el Carnaval, y Brasil, la gran potencia emergente del continente americano, tiene que dar buena imagen.