Crisis económica

El Callejón del Gato

La Razón
La RazónLa Razón

Algo no marcha bien para España. Hay mucho gatopardismo y bastante de callejón social. Lo cual hace recordar el bar El Callejón del Gato que inmortalizara Valle-Inclán como símbolo de una sociedad decadente. En él existían unos espejos cóncavos y convexos que deformaban la realidad para diversión de los transeúntes y para solaz, al mismo tiempo, de algún crítico del feísmo vigente. No viene esto sólo a cuento del carrusel de zafiedad que en las próximas elecciones lo inundará todo. Porque la moda de lo zafio impera ya. Es «tosquedad, barbaridad o ignorancia en el lenguaje o trato», como se lee en Diccionario de Autoridades. De poco sirvió que el líder del PP exigiera al presidente del Gobierno en las pasadas elecciones explicar más «la crisis, la situación de los españoles y por qué es incapaz de dar soluciones» en vez de subestimar la inteligencia del elector con vídeos llenos de «zafiedad, insulto y mal estilo». Y eso que los estudios sobre la cortesía dan cuenta de las ventajas de algunos resortes pragmáticos para mantener el control y evitar el conflicto. Pero quizá la deformación resulte más ventajosa que la cruda realidad. En educación, una de sus metas es la socialización: aprender a comportarse cortésmente. Pues, no. Hoy rige lo del profe-amigo-colega, que es a la vez un fraude para el alumno y una estafa a la sociedad. En ciertos medios de comunicación, si no se insulta o se profiere tacos, no se da lustre al lema del escudo nobiliario de quienes parecen decir: «Dame pan y llámame tonto». Y, so pretexto de una falsa igualación democrática, se prestan a vaciar el alma a cambio de dinero, gloria y fama como el infeliz Fausto de Goethe. Trágico si no fuera esperpéntico.