Asia

Pekín

Viaje a un diálogo de sordos

Una norma no escrita de la Casa Blanca suele reservar la pompa magna de las «recepciones de Estado» a los presidentes de países aliados y democráticos. Barack Obama romperá con ello esta semana, desplegando la alfombra roja ante el máximo mandatario del régimen chino, Hu Jintao, que llega hoy a Washington para una visita de cuatro días

Artículos de Obama con un «look» tipo Mao Zedong se han puesto a la venta en las tiendas de souvenirs de Shangai, en China
Artículos de Obama con un «look» tipo Mao Zedong se han puesto a la venta en las tiendas de souvenirs de Shangai, en Chinalarazon

Además de una cena privada entre ambos líderes, el protocolo agasajará al presidente Hu con la famosa salva de veintiún disparos, un honor reservado para los elegidos.

Poco a poco, China ve colmado su anhelo de ser tratada de tú a tú por Estados Unidos. Pero detrás de tanta efusividad, el panorama es más bien agridulce. Hu aterriza después de un año diplomático terrible, en el que las relaciones entre las dos potencias han alcanzado sus cotas más tensas en mucho tiempo.

Desde China, muchos analistas interpretan que ése es precisamente el motivo de la visita: limar asperezas, rebajar tensiones y subrayar los capítulos en los que los intereses de Washington y Pekín no entran en conflicto. «El presidente acude para estabilizar la relación y mejorar la confianza mutua», dice a LA RAZÓN Jin Carong, decano de Relaciones Internacionales de la Universidad Renmin. Se prevé que la «reconciliación» se quede en las formas. Habrá sonrisas y apretones de mano, pero nadie dará su brazo a torcer en ninguno de los contenciosos abiertos. Al abordar los puntos calientes de la relación, se espera un diálogo de sordos. Al menos, ésos son los mensajes que se han enviado desde ambos lados del Pacífico desde hace semanas. En los últimos días, sin ir más lejos, Washington ha vuelto a exigir que China revalúe el yuan y Pekín ha vuelto a negarse a hacerlo de un día para otro, criticando de paso la política monetaria estadounidense.

«Las diferencias seguirán ahí después de la visita, pero no creo que sea un viaje tenso. Se evitarán las manifestaciones públicas de enfado. Los dos países tienen mucho que perder y poco que ganar si abandonan el diálogo», aventura el profesor Jin.

Lo cierto es que el margen de enfrentamiento tampoco es mucho, ya que la primera y la segunda economía del mundo son más interdependientes que nunca: EE UU y China protagonizan el intercambio comercial más abultado del planeta, demasiados miles de millones de euros como para ponerlos en peligro por «pequeñas» polémicas tales como el «ciberespionaje», la venta de armas a Taiwán, el respeto por los derechos humanos, o la falta de diálogo entre sus respectivos ejércitos. Desde hace ya algún tiempo, la diplomacia de ambos países tiende hacia una «convivencia pacífica» de dos colosos cuyos intereses económicos y geopolíticos no siempre son compatibles y chocan ruidosamente de tanto en tanto, pero sin llegar la sangre al río.

«Hay que abandonar la retórica de la Guerra Fría», se propuso la semana pasada el propio Hu Jintao, en un cuestionario que respondió por escrito para el periódico «Washington Post».


Las razones del desencuentro
- Liu Xiaobo y Dalái Lama. El presidente Barack Obama se entrevistó con el Dalai Lama y su Gobierno pidió la excarcelación del activista condecorado con el Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo. China manifestó su enfado por todos los canales diplomáticos posibles.
- Google e internet. Estados Unidos defendió públicamente al buscadorGoogle y atacó la censura practicada por China y la sospecha de ataques informáticos.
- Yuan. Durante todo el año, Washington ha acusado a Pekín de mantener el
yuan devaluado artificialmente, algo que estaría perjudicando las exportaciones americanas y beneficiando las chinas en el mercado global.
- Juegos de guerra. Washington acusa al gigante asiático de estar desarrollando y modernizando su arsenal militar a escondidas, algo que muchas voces del Pentágono consideran la mayor amenaza para la hegemonía estadounidense a medio plazo. Pekín está cada vez más incómodo con el «cordón de seguridad» que mantiene la Marina
estadounidense en el Pacífico.