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Valladolid

Tocata y fuga

La Razón La Razón

Un espeso silencio se cierne en la campaña electoral a propósito del denigrante episodio sexual de Strauss-Kahn. Nuestros dirigentes políticos observan el escándalo con cierta prevención, como marcando distancias para evitar las salpicaduras por analogía. Ni siquiera las vigilantes huestes feministas, incansables en debelar machistas, han descompuesto el gesto para defender a una humilde camarera negra atropellada y humillada por un prepotente ricachón blanco. Qué sorprendente. ¿Será, acaso, porque el presunto agresor es un notorio político de izquierdas que estaba llamado a rescatar el honor del socialismo, a sacar al partido de su postración y a reñirle la Presidencia a Sarkozy? ¿Reinaría el mismo silencio en la izquierda española y sus portavoces si el director del FMI hubiera sido de derechas? Para saber la respuesta baste recordar cómo al actual alcalde de Valladolid lo crucificaron por bastante menos. Nada teman, sin embargo, los dirigentes del PSOE de que el PP airee los trapos más sucios de Strauss-Kahn en la recta final de la campaña. La derecha española suele ser discreta y pudorosa con los extravíos sexuales, aunque en este caso concurran más detalles deshonrosos, como salir huyendo a su país para lograr inmunidad. No obstante, la izquierda europea, y también la nuestra, saldrá muy tocada de esta despreciable historia por dos motivos. El primero, porque no tendrá el coraje de abominar de Strauss-Kahn con la misma intransigencia que despliega cuando el reo es de derechas, doble rasero que les vacía de autoridad moral. Y el segundo, porque este correligionario suyo es el mismo que hasta el sábado tenía en sus manos los recortes sociales y los sacrificios de millones de trabajadores griegos, irlandeses y portugueses. Manos ahora manchadas de ignominia y cobardía. Llegó a la cima mundial de las finanzas aupado por una socialdemocracia que quería lavar la imagen neocapitalista del FMI y restablecer los controles morales en la selva financiera, pero la ha sumido en el basurero de la inmoralidad, aparte de que no olió la crisis mundial que se incubó bajo sus pies. Con su tocata y fuga, Strauss-Kahn acentúa la agonía de una ética ideológica que lo mismo cobijó al corrupto Craxi que dio patente internacional a Mubarak o Ben Alí.