Moda
La diseñadora del otoño por Antonio PÉREZ HENARES
Creo, a veces, que tengo esta cabaña tan sólo para que el repiqueteo de la lluvia en su techumbre de pizarra me despierte, a intervalos, en la noche y su sonido vuelva a conducirme, suavemente, al sueño.
La lluvia es la diseñadora del otoño. Es quien lo viste con sus telas y sus gasas, quien le marca sus colores, quien le pone a sus pies una húmeda pasarela de olores y quien acompaña, con música de viento y cuerda, el desfile de los árboles de sus bosques.
Anoche aún resonaba el bramido de algún venado en tardío celo por las «cuerdas» de La Bujeda, cuando llegó, desde el oeste, el agua. Oírla caer es escuchar los compases de la sinfonía coral de un tiempo que ya penetra nuestros sentidos y donde la Naturaleza afina como en ninguna otra estación sus particulares violines. El otoño siempre me recuerda y me hace volver a «Sherezade» la obra de Rimnky Korssakov. No existe mejor compañera para la melancolía que esa música. Aunque al atardecer «Las hojas muertas» le hacen una hermosa competencia.
Después de una semana precipitada y casi ansiosa entre las obligaciones periodísticas y las devociones literarias, tras la salida de «La mirada del lobo», mi última novela, el sonido de la lluvia me serenó los pulsos del cuerpo y los acelerones del alma.
Mañana, al despertar, encenderé el fuego. Hoy con el sol que alumbró durante el día , la madera ha conservado caliente la cabaña. Es el último sol que nos calentará la piel y el corazón. Hay que dejarse acariciar por él para tener reservas de cariño cuando nos invada el hielo.
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