Miami
Los ghettos de los indios por César Vidal
El 3 de marzo de 1870, EE UU creó las reservas indias. Pese a las críticas de Hollywood, demostraron ser un entorno envidiable
El 3 de marzo de 1870, el Congreso de los Estados Unidos resolvió crear las reservas en que se verían recluidas las tribus indias. La imagen de esos lugares ha quedado en la mente occidental marcada por un signo indeleblemente negativo. Todos han simpatizado con el Apache encarnado por Burt Lancaster que escapaba de la reserva incluso cuando era sanguinario como Ulzana. Resulta más que comprensible que en algún momento Hitler pensara que una solución para lo que denominaba el «problema judío» fuera la reclusión en reservas. Sin embargo, a pesar de esas conexiones, el sistema no era tan inhumano como pueda parecer a primera vista. A decir verdad, las reservas perseguían, fundamentalmente, tres objetivos. En primer lugar, se deseaba que los indios se integraran en los avances de la cultura occidental. Para alcanzar esa meta se articuló un sistema educativo que, como garantía de compasión y eficacia, se encomendó a las diferentes iglesias.
En segundo lugar, y rehuyendo específicamente la institución de la encomienda creada por los reyes de España en Hispanoamérica, las reservas dotaron de una notable autonomía a los indios. No estarían sometidos a un señor y sólo trabajarían para sí mismos beneficiándose de los frutos de una labor que, desde el momento, se relacionó con la ganadería y la agricultura.
Libres de impuestos
Por último, los indios se autogobernarían viéndose además exentos de los impuestos y otras normativas federales y estatales. Inicialmente, la vida en las reservas fue muy dura para la mayoría de los indios. Mientras que algunas tribus como los navajos se adaptaron fácilmente a la agricultura, otras, como los indios de las praderas, sufrieron acerbamente de la separación de su línea habitual de manutención sustentada en la caza del bisonte. Tampoco pudo evitarse que hubiera casos de alcoholismo y depresión motivados por un proceso de aculturación.
Sin embargo, a finales del s. XIX, aparecieron las primeras señales de que el sistema funcionaba. No sólo los primeros indios entraron en la universidad sino que no tardaron en descollar en áreas como el ejército. Durante la primera guerra mundial, demostraron ser extraordinarios combatientes en los campos de Europa y en el curso de la segunda se convirtieron en pieza clave de la lucha contra los japoneses ya que conocían lenguas que el enemigo no podía descifrar.
No sólo eso. La ausencia de impuestos y de tutela estatal permitió que las reservas obtuvieran jugosos beneficios en competencia nada leal con el resto de los norteamericanos. Por ejemplo, los apaches organizaron casinos en Nuevo México obteniendo ingresos colosales. En ocasiones, estas ganancias se han visto aumentadas por determinadas circunstancias. Por ejemplo, los mikosukees, cuya reserva está cerca de Miami, cuentan con un casino al que acuden los ciudadanos del sur de la Florida que viven en poblaciones donde el juego es ilegal. En otros casos, como los sioux, se ha preferido recurrir a la industria hotelera. Compadecidos en tantas ocasiones, lo cierto es que los indios de Norteamérica viven muchísimo mejor que sus vecinos del sur del Río Grande.
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