Pequeño Nicolás
«El Rafita»: «Me cogéis a la cuarta»
«El Rafita» presumió ante la Policía de las veces que se ha llevado vehículos y no le han pillado. En el juzgado declaró que robó la furgoneta para comer y que estaba borracho cuando lo hizo
Ni le intimida un calabozo ni le quitan el sueño las posibles preguntas de una jueza. «El Rafita» pasó la noche del martes al miércoles durmiendo a pierna suelta en uno de los dos calabozos –con aire acondicionado– de la Policía Municipal de Alcorcón, dentro del Centro Unificado de Seguridad (CUS) de la localidad. Los agentes le proporcionaron sándwiches, zumos y bollería de la máquina expendedora de la comisaría para la comida y la cena del martes y el desayuno de ayer. Tampoco le cierra el estómago haber sido detenido por quinta vez. De hecho, se jactó de ello. «Me habéis cogido a la cuarta», espetó a los agentes locales. Y es que para él, el balance no está nada mal. Cuando se hace con un vehículo, vende el motor por 2.000 euros y después, tras desguazarlo para revender otras piezas de menor valor, quema la carrocería. Lo hacen (él y su familia) en la zona de Valdemingómez, en la Cañada Real, donde tienen dos parcelas. Y es de lo que viven.
Pero es obvio que todo esto no se lo iba a contar así a la Magistrada del Juzgado de Instrucción número 7 de Alcorcón. Hasta ella fue trasladado desde el CUS a las 9:30 de la mañana. Pasó cuatro horas en los calabozos de la sede judicial y a la una del mediodía fue requerido por la jueza, que le tomó declaración en apenas 20 minutos. Le dijo que había robado la furgoneta con el embutido para comer y que cuando lo hizo estaba borracho. Que había salido la noche anterior y se bebió las dos latas de cerveza que le quedaban ya por la mañana, en el polígono. Pesa sobre él una doble imputación de la supuesta comisión de un delito contra la Seguridad Vial y otro de hurto de uso de vehículo. Es decir, que la jueza considera que sustrajo la camioneta sin ánimo de apropiársela. «El Rafita» se sabe de memoria lo que tiene que decir. Aunque sí es cierto, según fuentes policiales, que cada vez que se hace con un furgón lleno de comida, la reparte entre su familia. Tan «agradecidos» estarán con él que ayer fueron a esperarle al juzgado para impedir, a base de insultos y empujones, que los periodistas le grabaran.Él, mientras, bajó las escaleras tranquilo y tapándose la cara con un folio enrollado –donde seguramente conste la medida cautelar de comparecer los días 1 y 15 de cada mes–. De camino a la boca de metro de Joaquín Vilumbrales mostró a sus familiares las «heridas de guerra» que se hizo el día anterior al estampar la furgoneta que robó contra un árbol o al esconderse en los bajos de un camión antes de ser detenido.
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