Ciudad del Cabo
Belén Esteban prohíbe que Fran trabaje por Jesús Mariñas
Y no nos dejes caer en la tentación. Así anda el marido de Belén Esteban, estrenando año lleno de buenas intenciones. Se acabaron sus salidas hasta altas horas. Él tenía la costumbre de cerrar el bar y largarse de copas con su panda. La rutina ponía fuera de sí a la copresentadora de Jorge Javier, que en los últimos tiempos parecía mear fuera del tiesto.
Prepotente, interrumpe, comenta a destiempo y sin oportunismo, enmudece a sus compañeros y demostró que únicamente funciona cuando le da «tranganillo» a Jesulín y a su hija Andrea. Belén volvió a desenterrar el hacha de guerra, la única manera de mantener morbo, interés y reclamo en «Sálvame». El presentador ha vuelto remoreno de las vacaciones en Ciudad del Cabo. Aunque se mata en los platós, luego se recupera con destinos exóticos, donde siempre está bien acompañado.
Como respondiendo a una estrategia, la rubia oxigenada retoma la matraca considerando que rompieron el pacto de silencio que ya duraba medio año. El de su bajón entrometedor. Recuperarlo supone algo vivificante, son nuevos bríos con que atizar a unos Janeiro en plena actualidad nuevamente por las presuntas infidelidades de Víctor a su novia Beatriz. Son inagotable carne de cañón, y Belén tira a matar. Incluso ahora, que se logró el objetivo de que Fran dejase el bar de su padre. Se vio obligado a dejar el trabajo, forzado por su esposa, que así dificultaba sus escarceos nocturnos, nada deseados. Las amistades de «toda la vida», a ella, le parecían perjudiciales y hasta peligrosas. Para reanudar la convivencia puso como ultimatum salir de la barra donde Fran alternaba excesivamente, ya que propició que más de una se lo llevara al huerto. «O el bar, o yo», le conminó, y él, no se sabe si arrepentido o también liberado de servir copas, aceptó.
Su padre anda bastante molesto y hasta disgustado con este alejamiento que le pilló de sorpresa. Era un buen apoyo, siempre leal, entregado y sin horario. Lo ha tomado como traición cuando más precisaba de su dedicación. Pero Belén, con el pretexto de ir decorando el chalé de Paracuellos, proyecta tenerlo todo el 2011 cruzado de brazos, aunque acudiendo a las lecciones de conducir. Así Fran retoma lo que hacía antes de su última separación, cuando durante quince días acudió a una academia toledana donde le prometieron el carné en pocas semanas. Es una manera innovadora de cambiar lo de «la pata quebrada». Masculiniza el término y transforma al marido en un ser doblegado, obediente y, encima, desleal con los suyos.
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