«Bestezuelas»: A la carrera

Deudora de aquel cine que ati- nadamente llamaron quinqui realizado en España durante finales de los 70 y principios de la década siguiente («Yo, El Vaquilla», «El pico»...), el tercer largo de Carles Pastor se desarrolla en una Valencia periférica y destartalada para contar el auge y decadencia de un triángulo amoroso que domina Perla, drogadicta, ex prostituta, una buscavidas tóxica; Fabio, ex presidiario y pareja de la chica; y Lillo, que trabaja para el tío de éste, Núñez, volcado en las carreras de galgos, un tipo que se muere con los pulmones como celdillas mientras espera la llegada de su sobrino para legarle el negocio familiar. Todo se tuerce, sin embargo, cuando Lillo y Perla comienzan una relación tormentosa y deciden romper las reglas del juego. Posee pontencia canalla el filme, cuyos primeros compases, que transcurren en el canódromo, resultan superiores a la un tanto ya embarulla segunda parte, cuando los protagonistas ponen tierra de por medio con un tupperware (la cultura choni no perdona) repleto de billetes. Hay, hablamos de un thriller, violencia a ritmo de rumba aunque sin muchos desvaríos (de «Carne de neón», nada) y algún que otro tópico suelto por la historia que, sin embargo, con tanta honestidad y fe ha rodado este Pastor de raza.