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OPINIÓN: Por un nuevo modelo sindical

La Razón
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Como es sabido, durante el franquismo los sindicatos libres fueron sustituidos por lo que se dio en llamar el sindicato vertical, una costosa superchería organizada, financiada y controlada por el poder político del régimen con la doble finalidad de impostar una defensa de los intereses de los asalariados y evitar la aparición de verdaderas organizaciones independientes de trabajadores.
Llegada la transición al sistema democrático volvió la libertad sindical, pero las propiedades inmobiliarias del sindicato vertical se distribuyeron entre los sindicatos que habían luchado en la clandestinidad, dependientes de los partidos socialista y comunista, es decir, entre UGT y Comisiones Obreras, que comenzaron a ejercer lo que ellos llaman un sindicalismo de clase. Con el tiempo, esos sindicatos de clase fueron recibiendo más y más prebendas y subvenciones, hasta convertirse en unas organizaciones tan paquidérmicas, costosas e inoperantes, en lo que a la defensa de sus supuestos representados se refiere, como lo había sido el sindicato vertical, ejerciendo además una clara competencia desleal con respecto a los sindicatos independientes surgidos en la España democrática. Además, en los últimos tiempos se ha puesto claramente de manifiesto su bochornosa dependencia de los gobiernos de izquierda, que los utilizan con absoluto descaro para fingir negociaciones y acuerdos con los supuestos representantes de los asalariados.
En suma, los autodenominados sindicatos de clase han acabado por ejercer una función similar a la del sindicato vertical franquista: dar apariencia democrática o social a leyes y normas masivamente rechazadas por sus supuestos beneficiarios. Los casos actuales más evidentes serían el vergonzoso apoyo prestado por esas organizaciones al famoso decretazo andaluz, que pretende blindar a más de veinte mil enchufados de la administración paralela creada por la Junta de Andalucía, o el llamado Plan de Calidad, que no es más que un descarado intento de presionar a los docentes para que oculten el calamitoso estado de la educación en Andalucía y que ha sido declarado ilegal por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Otro tanto puede decirse del Reglamento Orgánico de Centros que acaba de imponerse en colegios e institutos a pesar de la clamorosa oposición de los docentes.
En suma, al sindicato vertical franquista, de carácter totalitario de derechas, le ha sucedido un sindicalismo de clase subvencionado de carácter totalitario de izquierdas. Un carácter totalitario que se refleja en la rapidez con que los liberados de esos sindicatos se apresuran a tildar de fascista a cualquiera que se atreva a poner en solfa el modelo sindical por ellos representado (al autor del presente artículo se lo llamaron simplemente por preguntar si con la crisis tenían previsto renunciar a alguna de las subvenciones que perciben). Esperemos que la indignación de los funcionarios por la iniquidad del decretazo, y de los docentes por el apoyo de esos sindicatos a planes y normas ilegales y antidemocráticos, sea el principio del fin de ese modelo sindical perverso.


*Gonzalo Guijarro es presidente de APIA