Historia

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OPINIÓN: La estupidez como tendencia

La Razón
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Desde hace unos años, y tras la desaparición de los últimos grandes pensadores, la pregunta que se repite es quiénes son los llamados a ocupar su lugar en este primer tramo de siglo XXI. ¿Qué corriente de pensamiento catalizará el exacerbado clima de inquietud dominante? La respuesta parece señalar en una única dirección: la corriente de la estupidez supina. Un ejemplo: Nicolas Carr ha adquirido una notable relevancia por la publicación en España de su último ensayo, «¿Qué esta haciendo internet con nuestras mentes?». En él se puede leer que «internet conduce a sociedades superficiales y menos humanas». Su postura –deudora de la sospecha heideggeriana hacia la técnica– se manifiesta paradigmática de un tipo de discurso que contempla la innovación como una amenaza. Todo lo nuevo se considera un órdago contra la esencia de lo humano. Y así sucede porque estos exégetas del paraíso perdido se empeñan en considerar la evolución a partir de una serie de cánones de comportamiento inmovilistas y partidarios de la repetición ad náuseam de lo mismo.

Según él, el mundo alcanzó su perfección en un punto anterior que a ellos les convenía, y, desde entonces, todo lo que pase de más es una perversión de esos valores. Una consideración sensata de nuestro presente y futuro ha de partir de la consideración de los nuevos soportes como el hábitat natural en el que habrán de desarrollarse las nuevas sensibilidades. Mientras que las leyes y el pensamiento se empeñen en interpretar la técnica como una degradación de la esencia de la persona nos vamos a encontrar con una sociedad sumida en una nostalgia estéril y entregada a una deriva patológica, causa principal de su inadaptación y de su incapacidad para asumir el progreso como algo saludable.