Estreno
Mata talentos
A finales de junio pasado me invitaron a ver un espectáculo teatral en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático). La directora era una alumna de 3º de dirección que no conocía, Raquel Mesa. La obra era de Brecht. Me quedé impresionada. 20 actores en escena, algunos de ellos profesionales de primera que colaboraban de manera altruista a dar vuelo representando a los personajes de mayor edad. En escena cuatro músicos en directo. El espacio sencillo pero teatralmente logradísimo. La luz extraordinaria. ¿Y es una alumna de tercero la directora? Pregunté. ¡Qué talentazo, quiero conocerla! A partir de aquel momento conté con ella como asistente de lujo en alguno de mis montajes.
Pues bien, la profesora que calificaba aquel ejercicio, Agustina Aragón, consideró suspenso aquel extraordinario montaje de Brecht. ¡Inaudito! Meses después volvió a pasar exactamente lo mismo con otra alumna notable, Romina Medina, que había adaptado una novela de la escritora egipcia Nawal Al Saadawi. De nuevo un brillante montaje. De nuevo un frustrante suspenso. No se qué sentirá esta profesora de dirección de escena al comprobar que Raquel ha dejado la carrera y que Romina no ha podido acabarla por culpa de sus injustas calificaciones. Mucho más que desaliento sentiría yo. Pero lo que me resulta intolerable es que una escuela pública de Arte Dramático permita que algunos profesores mediocres maten el talento y el amor al teatro que ellos no han tenido la suerte de tener. ¡Con lo hermoso que es dar incondicionalmente todo lo que uno sabe! ¡Con lo grande que es compartir el éxito merecido de un alumno! El que no puede sentirlo así no es profesor, ni merece serlo. Y hace daño.
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