Novela

La Navidad hipotecada

La Razón
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Antes por estas fechas solíamos decir que ya estaba aquí la Navidad cuando la gente se lanzaba a la calle con un mes de antelación, se empezaban a montar bombillas, salían los anuncios de juguetes y turrones en la tele y aparecía marisco abundante en las pescaderías. Pero este año, quién sabe, parece que andamos desfasados, y como mucho vemos algunos escaparates en liquidación. Me temo que a nadie se le pasa por la cabeza la oscura sombra de los dichosos regalos obligatorios que luego nunca a nadie hacen gracia y ni siquiera los grandes clubes piensan en los fichajes del mercado de invierno. La ciudad no ayuda, últimamente en fase de antipática estridencia.

Simplemente nos vemos arrastrados por una nueva ola de austeridad dentro del Estado de bienestar, que viene a significar algo así como «Si quieres turrón, empeña la dentadura», y que ha comenzado, por poner un ejemplo, con el alcalde Gallardón cambiando su flota de coches oficiales, esta vez de tecnología ecológica para no contaminar y quedar de lo más chulo. El problema es que todavía hay que pagar los anteriores. Más solidarios que nadie, las lucecitas de adorno también van a ser ecológicas, y en eso vamos a ahorrar como nadie poniendo 3,1 millones de bombillas menos que el año pasado. Lo que ofrecerá unas pascuas penumbrosas, dadas a la melancolía, donde con una mano se puede agitar la pandereta y con la otra que cada palo aguante su vela.


Arcas municipales
Si todo esto va unido a una firme sospecha de que la policía pueda tener órdenes de poner multas a saco para aliviar las arcas municipales, nos vamos a inflar a cantar villancicos de esos de «Yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité». Sin que sigamos sin dar crédito al crédito que todo lo parchea y que un día hara ¡puf! y nos dejará en las perfectas navidades de Mr.Scrooge. Por lo pronto, este año hasta le pueden escatimar el betún a Baltasar.