Actualidad

Prohibido comer helados y bebidas frías para los niños de San Ildefonso

Si hay algo que los niños del colegio de San Ildefonso tienen prohibido hacer en los días previos al Sorteo Extraordinario de Lotería de Navidad, es comerse un helado para no poner en riesgo de afonía sus valiosas y delicadas cuerdas vocales. "Ni helados, ni bebidas frías", puntualiza Gessy.

Esta madrileña de 11 años y padres ecuatorianos es uno de los 35 alumnos del colegio de San Ildefonso, seleccionados de entre un más que nutrido grupo de voluntarios, para poner tradición, voz y emoción al siempre esperado Sorteo de Navidad, esa fábrica de sueños que cada 22 de diciembre por la mañana hace felices a tantas y tantas personas.

Para Gessy será su segundo sorteo de Navidad y el segundo también en el que cantará premio. Este año confía en que la suerte le sea más propicia y pueda cantar el tan ansiado Gordo, 400.000 euros al décimo, que tiene la intuición, confiesa en conversación con EFE, acabará en 7.

Desde hace dos meses, y durante tres tardes por semana, Gessy dedica dos horas a ensayar, como el resto de sus compañeros, hasta el más mínimo detalle del sorteo, y sobre todo a cantar con claridad, sin equivocarse, premios y números, con ese soniquete que les es tan característico.

"No es fácil", confiesa Gessy en una pausa de los ensayos, que se celebran en el salón de actos del viejo caserón del Madrid de los Austrias que acoge este colegio fundado por Carlos V, y cuyos alumnos llevan más de dos siglos poniendo voz a los deseos de la diosa Fortuna.

Ensayos en los que los "35 de San Ildefonso"son entrenados para pisar con disciplina, aunque también con desparpajo, el escenario del Palacio de Congresos de Madrid, donde por segundo año consecutivo se celebrará el sorteo.

También reciben entrenamiento para que los nervios no les jueguen una mala pasada, ni antes ni durante el sorteo, y no se equivoquen al cantar números y premios. Y para que sepan reaccionar con serenidad ante lo que todos más temen: que una bola acabe rodando por el suelo.

"La voz es importante, pero más que lean con fluidez los números y los premios", apunta Vicente Ramos, uno de los cuatro profesores encargados de dirigir los ensayos y de acompañar, entre bambalinas y desde muy temprano, a los chavales el día del sorteo.

Maguette, madrileña de padres senegaleses, mira con picardía a su profesor cuando éste comenta que, como en años anteriores, "todos quieren cantar", número o premio, "chupar cámara", un "privilegio"del que sólo pueden disfrutar la mitad. La otra mitad ocupará un lugar más discreto, más anónimo, extrayendo las bolas de los dos bombos donde se decide la suerte.

A Maguette, 9 años, le ha tocado esta última tarea en su debut en el Sorteo de Navidad, una experiencia que, de momento, vive con nervios. "¿Y si se me cae una bola?", comenta en voz alta. "Sujétala bien, para que no se te caiga", le aconseja su profesor.

Para Joel, 9 años, éste es también su primer gran sorteo. Espabilado, inquieto, con unos ojos negros que se clavan en su interlocutor y una sonrisa picarona, a él también le ha tocado extraer bola. "¡A ver si la cambio!", bromea, no sin antes asegurar que está tranquilo y que el día 22, como estrategia para no ponerse nervioso, pensará "que es un sorteo normal".

Joel es uno de los benjamines del equipo, en el que de nuevo, como viene siendo habitual desde hace años, ellas son más que ellos y en el que los de origen inmigrante son también mayoría. "A las chicas -comenta el profesor Ramos- les dura más la voz, sus voces son más claras, más blancas. Las de ellos, sobre todo cuando se acercan a los 14, se vuelven más graves y es más difícil armonizarlas".

Nayeli, una paraguaya de 8 años que de mayor quiere ser policía, participar en el Sorteo de Navidad -el primero para ella- es "un milagro". Si a ella, "bueno a mi familia", puntualiza, le tocara un pellizco del Gordo, se daría el capricho de pasar un día entero "en un parque de atracciones"y no bajar "de la montaña rusa". Si el día 22 tiene la suerte de cantar el Gordo, no le importaría que alguno de los afortunados le regalara una bici.

Con ilusión, alegría y "mucha emoción"vive los días previos al sorteo Camila, una niña ecuatoriana de 11 años que ya es veterana pues éste será su tercer sorteo de Navidad, si bien el primero en el que cantará. "No me pongo nerviosa, me concentro mucho y cuido mi voz. Llevo ya días sin probar un helado". Un "sacrificio"que "merece la pena", dice, por vivir "una experiencia tan emocionante".