Artistas
La del pulpo
Ya saben los que me conocen que entre el ser humano y el animal yo soy de las que me decanto por los bichos. Defraudan menos y jamás te sisarían el suelto de la compra, no te dan conversación cuando llegas muerto a casa y no te discuten. Es verdad que un pulpo no es un bicho cualquiera. No son agraciados de cara, sus caricias son entre gelatinosas, nauseabundas y sobonas, y su mirada no es precisamente adorable, pero dan para muchos documentales y están cojonudos. A mí el pulpo Paul me cae bien, vaya por delante, porque creo que lleva un cachondo dentro. Al pulpo este le están tratando a cuerpo de rey, le atizan en cada pronóstico del Mundial dos latas de mejillones y le cuidan como al profeta más grande de todos los tiempos. El pulpo, mientras tanto, se está poniendo púo y tiene ya mirada de pedirse un copazo en cuanto le metan prisa, aunque él sabe a ciencia cierta que si Xavi está en su puesto y colocadito no hay predicción posible que valga. El oráculo marino nos ha señalado siempre y hasta ahora como favoritos en todas las eliminatorias del Mundial encaramándose a nuestra lata de mejillones con el brío de una garrapata pero, ay amiguitos, parece que sobre la final tiene sus dudas. Caben dos soluciones. Una: asegurarnos de que los mejillones sean Escuris en lata de seis/ocho piezas y ahí ya no tenemos competencia porque el holandés es mucho más pequeño y le ponen patatas fritas. Ojo, que yo no digo que no a la patata frita, pero la prefiero con el boquerón en vinagre. O dos: cocer al bicho mientras se profieren gran cantidad de palabras malsonantes, pegarle una paliza, buscar un plato de madera, cortar unos cachelos a modo de cama, se trocea a Paul, se echa pimentón y sal gorda y muerto el perro se acabó la rabia. Yo, modestamente y sin embargo, preferiría utilizar al máximo el potencial adivinatorio del cefalópodo y darle dos o tres ministerios de los gordos. Quiero decir: si el tío está de nuestra parte, tiene ojo, come de latas, da poca guerra, no dimite ni pone morritos y encima acierta, pues al bicho hay que darle las riendas del país. Ahora que lo pienso, quién nos dice a nosotros que un pulpo presidente no lo bordara. Quién me dice que el líder de la oposición, en vez de gallego pudiera ser pulpo y con ocho manos para estrechar. Y encima son sordos. Los pulpos. Y ellos.
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