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Líder de menos a más
Esperanza Aguirre se ha retirado de la vida política con el reconocimiento unánime de partidarios y detractores a su indudable estatura política. No siempre fue así. El suyo es uno de los ejemplos más claros de liderazgo construido de menos a más, fruto de trabajo, profesionalidad e inteligencia. En esto, su intuición para entender la comunicación como algo más que una plataforma de propaganda electoral, como una herramienta estratégica, ha tenido mucho que ver. Aguirre sabe que toda acción política es un acto de comunicación y siempre ha sabido aprovecharlo. Así ha ido construyendo progresivamente su propia «marca», cuidando hasta el más mínimo detalle, sin concesiones a la improvisación, lo que le ha permitido ser tremendamente espontánea. Sabe que para comunicar, primero hay que ser; tener las ideas claras y presentarlas de manera directa. Desde sus convicciones no ha dudado en someter estas ideas a la opinión pública, sin miedo al diálogo, convencida de la necesidad de convencer.
Ha entendido la comunicación como un trabajo de equipo, para lo que se ha rodeado de un gran elenco de colaboradores. Han logrado el difícil equilibrio entre la estrategia y el sentido de la oportunidad, con un envidiable manejo de los tiempos; entre el poder de las ideas y la atracción de la imagen, dominando el arte de ser portada, que tanto se resiste a la mayoría de los políticos; entre su presencia constante en la calle y su capacidad de convertir grandes ideas en proyectos; entre su capacidad de gestión y su cercanía . Convencida de que para gobernar hay que tener un pie en la calle, donde se siente como pez en el agua, su gran éxito ha sido interpretar la comunicación como una relación personal. Con el paso del tiempo ha demostrado ser capaz de conectar con todos los públicos, sin hablar para las cámaras, sino para la gente. Algo reservado a los grandes maestros de la comunicación.
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