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No se juega con la deuda española por Santiago Carbó Valverde

En estos días se rumorea que la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) está considerando nuevos escenarios para sus ejercicios de esfuerzo, aunque nadie confirma nada incluido Andrea Enria, el máximo responsable de este organismo. Estos escenarios, en los supuestos de un estrés más elevado, parece que incluyen cuestiones tan llamativas como quitas para la deuda española de hasta el 20%. También se está hablando de la posibilidad de considerar requerimientos mínimos de fondos propios de máxima calidad (o «core capital») mayores a los exigidos en los test del pasado mes de julio, que entonces fueron del 5% y que ahora pueden elevarse al 7% o incluso, como se ha rumoreado estos días, hasta el 9%.
Tomada en su conjunto, si una parte o el todo de estos rumores se confirmara, sólo cabría calificar estas decisiones de despropósito. El tema de la quita resulta particularmente preocupante. No existe ninguna explicación razonable para argumentar que el impago de la deuda española es un escenario probable. Entre otras cosas porque España es un país solvente y porque el Tesoro español sigue colocando su deuda. Sólo una grave incompetencia europea –de la que formamos parte todos– podría hacer que ese escenario tuviera alguna remota probabilidad. El mandato dado a la EBA está causando más problemas que beneficios hasta ahora, aunque es indudable que unos test bien hechos podrían ayudar mucho a la estabilidad financiera, con información más actualizada y con una mayor cobertura de entidades.
Si finalmente se decidiera que estas quitas se consideran un escenario probable, el daño podría ser irreparable. Primero, porque los costes de financiación de los bancos, empresas y del Gobierno de España aumentarían significativamente. Segundo, porque los especuladores se frotarían las manos y explotarían esa falsa señal para apretar la soga sobre la financiación de esos agentes. Y, en tercer y último lugar, porque, como le ocurrió a Irlanda, esto sólo sería el principio de una desconfianza más amplia que sería difícil de frenar, y precisamente entonces es cuando el escenario de la quita podría empezar a tener sentido, aunque en origen fuera sólo un escenario artificial de unos test de esfuerzo cada día más difíciles de entender y creer. En definitiva, porque si Europa no confía en sí misma, empezamos mal la remontada de esta situación.
Santiago Carbó Valverde
Director de Estudios Financieros de Funcas
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