España

Laicidad positiva

La Razón
La RazónLa Razón

No estoy de acuerdo con Benedicto XVI. No creo, como dice el Santo Padre, que estemos viviendo en esta hora de España un anticlericalismo equiparable al de los años treinta, al grito de «cura que veo, cura que mato». Es verdad que padecemos un «laicismo agresivo», que algunos quisieran ver desbordado. Pero no es el caso. Estoy de acuerdo, en cambio, con el Papa Ratzinger en que España es un país lleno de dinamismo; marcado por la fuerza de la fe. La mayoría de los españoles queremos que Dios vuelva a resonar con fuerza bajo los cielos de Europa. ¡Seguro! Pero, para eso, tenemos que sustituir todos juntos la confrontación por el diálogo necesario. La Iglesia, los católicos, no son algo anecdótico en España. Pero hace mal algún que otro cardenal al trasladar a Benedicto XVI la idea de que los españoles vivimos enzarzados en un laicismo casi sangiento. No hay en esta hora de España un encuentro fratricida a causa de la Fe. Otra cosa es la obsesión por extirpar a Dios de la vida del hombre, una realidad a la que hay que plantar cara con valentía, desde la coherencia de vida de los cristianos en el día a día. El laicismo y la secularización son una cosa y la quema de conventos otra. Los políticos, como los clérigos, deberían aceptar que no están aquí para mangonear a nadie, sino para servir con igual respeto a todos. Hay una laicidad positiva. Y a la Iglesia le iría mejor si lo aceptara con naturalidad.