Puerto Rico
Habitamos el olvido por José Antonio Gundín
Como una alegoría exacta de la España amnésica y cainita condenada a repetir su propia historia, ayer coincidieron tres hechos con fuerte carga simbólica: el 80 cumpleaños de Adolfo Suárez; el cerco de los «indignados» al Congreso; y el debate soberanista en el Parlamento de Cataluña. Dos de los grandes retos de Suárez fueron, precisamente, liderar una Transición democrática que devolviera la legitimidad a las Cortes como sede de la soberanía nacional y que creara, desde el vértigo y la nada, una organización autonómica capaz de impedir la ruptura de España. Mal que bien, logró ambos objetivos, que han permitido a los españoles convivir durante estos 34 años en paz y libertad. Es doloroso que Suárez habite hoy en esa región transparente del olvido y que el silencio nos prive de su testimonio incandescente. Pero tal vez sea más grave que el alzhéimer haya atacado con igual o más virulencia a los nacionalistas catalanes y a los jóvenes airados, hijos de la abundancia. Por qué la generación mejor cuidada y con más medios materiales se alza contra el Congreso, la primera institución democrática, es un misterio más propio de la neurología que de la ciencia política. Y por qué la burguesía nacionalista quiere romper con el mercado en el que vende sus productos desde hace siglos es otro enigma cuya explicación hay que buscar en el posicoanálisis antes que en la economía. Cuando alguien quiere parecerse a Massachusetts, el lunes; a Baviera, el martes; y el miércoles, a Puerto Rico, lo que está necesitando no es un referéndum ni un mapamundi para hallar su destino, sino un psiquiatra. A la vista de lo que sucedió ayer en España, hay dudas razonables de que sea Adolfo Suárez el que no recuerde nada. Tal vez sea el único que conserva la memoria juiciosa, mientras todos los demás habitamos el olvido.
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