Badajoz
José Tomás y El Juli convulsionan Badajoz
- Badajoz. Tercera de la Feria de San Juan. Se lidiaron toros de Garcigrande y Domingo Hernández (2º y 3º), bien presentados. De calidad pero parado, el 1º; deslucidos, 2º y 5º; buenos, 3º y 4º; y desigual, el 6º. Lleno de «no hay billetes».- Juan José Padilla, de lila y oro, pinchazo, media estocada, dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada (oreja).- José Tomás, de azul y oro, estocada trasera y caída (oreja); estocada (dos orejas).- El Juli, de nazareno y oro, estocada trasera (dos orejas); estocada (dos orejas).
Era un duelo abierto. A fuego. Contra todo. José Tomás hacía el primer paseíllo de esta temporada planificada en versión minimalista. Tres festejos tres. El de ayer fue un duelo encubierto con la presencia de Padilla, aunque en José Tomás y El Juli estaba presa la última palabra. Y ni uno ni otro cedió un milímetro. La emoción trepó por los tendidos, cautiva Badajoz, 13.000 personas extasiadas. Toreo más toreo. Con mayúsculas. El sentido más hondo de la Fiesta a los ojos de todos, o de unos pocos. Un acontecimiento histórico difícil de arrasar por el tiempo, la huella es imborrable. Ni hoy ni mañana ni pasado. Los años darán poso a una tarde sufrida a más de cuarenta grados y vivida en comunión directa con el alma. Con la raza de los toreros, pura ambición, que volaba al tendido. Brutales emociones. Desgarradoras. Los ojos como platos, ni pestañear se podía. Ardía ell duelo. El gran duelo que hace, con tardes como ésta, que la Fiesta sea ese maravilloso espectáculo que nace y muere al instante, y se graba en las retinas por siempre.
José Tomás pisó plaza ante una expectación que a día de hoy sólo él levanta. Más allá del lleno, el clamor, la ilusión. La corrida de Garcigrande, con toros notables e importantes, estuvo a la contra del diestro de Galapagar. Contra viento y marea, puso José Tomás cuerpo y alma a merced del toreo. Un mago que se sacó de la chistera dos toros. Hubo pitos en el arrastre para el quinto, dos trofeos unánimes y con fuerza para el torero de Galapagar. Las cuentas caen de pie. Fue faena para no creyentes. Repartía el toro sus arrancadas entre caídas y desigualdades, una vez sí, tres no. Paradote, midiendo, entre listo y agarrado al piso. No veíamos fondo, ni manera. De cómo empezó la faena a cómo la acabamos hubo una línea sublime que atravesó José Tomás en el ruedo y conquistó los tendidos. Tomás inmerso en el clima que vive él y transmite, se entretuvo en transitar el peligro con pasmosa tranquilidad, invadió el terreno del toro, tan cerca que le lamía la taleguilla con los pitones una y otra vez. Plasticidad al filo de la navaja, emoción y toreo. Los muletazos fueron soberbios. Grandiosa tarde. Su primer toro se cruzó en el camino desde que salió de toriles. Suelto, sin entrega, pareció que acusaba un defecto en la vista; hacía extraños en el encuentro de terrenos. José Tomás aprovechó, regalo al paso, las idas y venidas para cuajar chicuelinas a cámara lenta. Apartando de la mente el miedo, ¿quién dijo miedo? las cosas feas que había hecho el toro se fue casi al centro, inquebrantable en los estatuarios, convencido, auténtico. Nada servía el animal, sin humillar, descastado, desententido al final del muletazo... ¿Y? Nada importó. De insistir e insistir y hacer las cosas con el mismo aplomo que si fuera un toro de bandera fue logrando meterle en vereda. El precio: alguna parada en el viaje, miraditas... Indiferencia. La Fiesta más allá de las circunstancias.
El Juli forzó la máquina hasta ponerla al límite. Dos semanas atrás un toro en Granada le hizo una luxación de clavícula para quitarte del toreo unos meses. Como una fiera salió al ruedo, casi en versión novillero de jugarse el todo, de acelerar, de asegurar triunfo en temporada determinada por una apuesta que le ha pasado factura. Juli sacó el repertorio y un decálogo entero de cómo torear con las manos bajas, a rastras. Primero por verónicas, preciosas, intensas, arrebatadas y después un quite por chicuelinas de contoneo, de sobrarle todo, hartarse de toro como si ahí justo en ese instante se le fuera la vida. La vida, quizá no, pero la ambición salía a borbotones. Se salió del guión Juli en los comienzos: una trinchera y un rosario de molinetes, pero de los que van muy toreados, delimitando el espacio. Dio paso al grueso del trasteo. Se atemperó el toro, gran toro de Domingo Hernández, y cosió Juli una tanda de derechazos buena, cambió de mano la muleta y el natural le salió tan largo como hondo. Arrebatado Juli por momentos resolvió la embestida al natural, menos larga, adornándose con remates. Se tiró a matar, con la derecha a pesar de la lesión, y la espada, trasera, entró sin otra opción. Un cañón sin alternativa. Y dos orejas que le aseguraban la salida a hombros. El sexto lo tuvo todo de irregular, informal en el viaje, una vez cogía de miedo la muleta y otra se paraba sin dejar ligar. El Juli se sobrepuso, se colocó en el sitio, apuró terrenos, derramó raza, la suya y fue sacando poco a poco muletazos de mucho mérito. De mucha expresión, fuerza, la plaza estaba loca.
Padilla cortó una oreja del buen tercero con una faena con su sello y anduvo correcto con su primero, paradote pero con buen fondo que acusó el paso por el caballo. Sólo una cosa. Más tardes así, por favor. ¿Y si todo fue un sueño?
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